El anti-triángulo de las Bermudas y otros ejemplos de representatividad

El anti-triángulo de las Bermudas y otros ejemplos de representatividad
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1 de agosto. Empiezan las vacaciones para muchos. Cruceros y vuelos en aviones atestados de turistas. Pequeñas turbulencias que nos recuerdan el accidente de Lost... y nos hacen incluso desearlo, un poco (yo me pido ser Locke). Y el Triángulo de las Bermudas, claro.

El Triángulo de las Bermudas es un área geográfica con forma de triángulo, con un área aproximada de 1,1 millones de km², situada en el océano Atlántico entre las islas Bermudas, Puerto Rico y Fort Lauderdale (Florida). Una zona especialmente célebre entre magufos y conspiranoicos. Incluso se han hecho películas sobre las supuestas desapariciones de barcos y aviones en la zona, por supuesto, por causa de alienígenas o cosas así.

Pero lo que sucede con el triángulo de las Bermudas es lo que también ocurre con las curaciones de Lourdes o con la homeopatía: en cualquier hospital hay más curaciones espontáneas y “milagrosas” que en Lourdes, cualquier vaso de agua cura tanto como la homeopatía. En el triángulo de las Bermudas, pues, no desaparecen más barcos de lo habitual; todo depende de cómo se presente la información. Y también depende de lo que se llama representatividad.

Lo que ocurre en estos lugares es que sumamos las coincidencias para convertirlo en una certeza, pero olvidamos todas las coincidencias irrelevantes. Lo que sucede con el Triángulo de las Bermudas es que es una zona atravesada por muchas más rutas de navegación que las zonas que lo rodean. Por eso es lógico pensar que haya más accidentes o desapariciones. Pero el porcentaje de estas desapariciones, si tenemos en cuenta todos los barcos que pasan por allí, incluso en MENOR que en cualquier otra zona. Vamos, que el triángulo de las Bermudas en realidad es es el anti-triángulo de las Bermudas.

Tal y como señala Michael Shermer:

De igual modo, al investigar casas encantadas, cabe contar con un punto de referencia de los ruidos de todo tipo que puedan producirse antes de afirmar de alguno de ellos que es extraordinario (y, por tanto, misterioso). Hace algún tiempo, en mi casa se oían golpecitos. ¿Eran fantasmas? No. Las cañerías. En el sótano todavía oigo ruidos de arañazos. ¿Duendes? No. Ratas. Haríamos bien en buscar la explicación más probable y pedestre de un suceso antes de recurrir a la ultratumba.

En conclusión, si queréis unas vacaciones con poco peligro o anti-Lost... de cabeza al Triángulo de las Bermudas. Y estáis enfermos, de cabeza al hospital: allí se producen más milagros que en los lugares donde se aparece la Virgen.

Vía | Por qué creemos en cosas raras de Michael Shermer

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