De cómo un hombre con síndrome de Asperger buscó la fórmula (fallida) de la felicidad

Nacido en Inglaterra en 1748, Jeremy Bentham fue a Oxford solo con doce años, formándose como abogado. Se convirtió en un gran filósofo y pensador. Incluso concibió un nuevo un modelo de cárcel (el Panopticon), en la cual se vigilara todo desde un punto, sin ser visto. Bastaría una mirada que vigile, y cada uno, sintiéndola pesar sobre sí, terminaría por interiorizarla hasta el punto de vigilarse a sí mismo.

Como buen representante del utilitarismo, sin embargo, también buscó la fórmula de la felicidad para aplicarla a cualquier legislación... el problema, sin embargo, es que probablemente Bentham padecía de síndrome de Asperger.

Principio de utilidad

En su obra de referencia, Introducción a los principios de moral y legislación (1789). Bentham preconiza que "todo acto humano, norma o institución, deben ser juzgados según la utilidad que tienen, esto es, según el placer o el sufrimiento que producen en las personas".

La ética se convierte, para Bentham, en una cuestión de cálculo de consecuencias o consecuencialismo. Cada ley, por tanto, debería apuntar a maximizar la utilidad de la comunidad, que es definida como la simple suma aritmética de las utilidades esperadas de cada miembro.

Tanto es así, que Bentham incluso sistematizó los parámetros necesarios para calcular la utilidad, incluida la intensidad, la duración y la certeza de los placeres y los dolores. Propuso una fórmula algorítmica para lograrlo, el felicific calculus, que sumaban los placeres y los dolores para llegar así a un veredicto moral sobre cualquier acción, para cualquier persona, en cualquier país.

El problema es que esta sistematización carece de empatía, y carece de empatía porque quizá Bentham era un tanto Asperger. El síndrome de Asperger es un trastorno del desarrollo que se incluye dentro del espectro autista y que afecta la interacción social reciproca, la comunicación verbal y no verbal, una resistencia para aceptar el cambio, inflexibilidad del pensamiento así como poseer campos de interés estrechos y absorbentes.

La convivencia con los demás es algo dinámico, flexible, difícil de cuantificar. La antítesis de un pensador Asperger, como explica Jonathan Haidt en su libro La mente de los justos:

Bentham etnía pocos amigos cuando era niño y una serie de examigos enojados cuando ya era adulto. Nunca se casó, se refería a sí mismo como un ermitaño, y parecía preocuparse poco por los demás. Un contemporáneo dijo de él: "Considera a la gente que lo rodea no más que a las moscas en verano".

Los investigadores Philip Lucas y Anne Sheeran también analizaron los criterios para diagnosticar el Asperger de Bentham recopilando relatos de su vida personal. Con todo, su afán por simplificar algo tan complejo como la felicidad humana a una simple fórmula sea la prueba más palpable de ello.

Con todo, lo importante no es si Bentham era Asperger o no: realizar un diagnóstico post mortem es un tema delicado. Lo importante es que, con independencia de ello, su pensamiento era inusual, y su comprensión de la naturaleza humana, deficiente... toda una ironía para un pensador tan influyente para su época.

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