Nuestro cerebro cambia para adaptarse a las opiniones del grupo, según este estudio con magnetoencefalografía

Nuestro cerebro nos recompensa cuando tenemos ideas que sintonizan con las ideas de las personas que nos rodean e importan; de igual modo, experimentamos desazón cuando esto no ocurre. Ello refuerza la cohesión interna de los grupos (desde equipos de fútbol a partidos políticos) pero tensiona la relación entre los demás grupos.

Sin embargo, lo que se ha estudiado menos es cómo la influencia social afecta la actividad cerebral una vez que ha pasado algún tiempo después de habernos formado una opinión y habernos enterado de la opinión de otros. Es decir, si ello deja algún rastro a largo plazo en nuestra actividad cerebral. Para saberlo, se ha usado la magnetoencefalografía.

Explorando la opinión con magnetoencefalografía

Para averiguar qué le ocurre a nuestro cerebro, neurocientíficos de la National Research University Higher School of Economics, en Rusia, han usado la magnetoencefalografía (MEG), un método único que permite ver en detalle la actividad del cerebro humano durante el procesamiento de la información, porque tiene una resolución temporal superior a la de la fMRI tradicional.

La magnetoencefalografía (MEG) es un método basado en la medición de campos magnéticos muy débiles (varios órdenes de magnitud más débiles que el campo magnético de la Tierra) inducidos por la actividad eléctrica del cerebro.

En el estudio, 20 mujeres calificaron el grado de confianza que le suscitaban los rostros de desconocidos que aparecían en una serie de fotografías. A continuación, se les informó sobre la opinión colectiva de un gran grupo de compañeros sobre si debían confiar o no en estos desconocidos. A veces la opinión del grupo contradecía la opinión de los participantes y, en otras ocasiones, coincidía con ella.

Después de media hora, se pidió a los sujetos que volvieran a evaluar su confianza en las mismas personas desconocidas. Las participantes cambiaron de opinión sobre un extraño bajo la influencia de sus compañeros en aproximadamente el 50 % de los casos.

Además, se produjeron cambios en su actividad cerebral: se descubrieron 'rastros' de desacuerdos pasados ​​con sus compañeros. Cuando los sujetos volvieron a examinar el rostro de un extraño, después de una fracción de segundo, su cerebro señaló que la última vez su opinión personal no coincidía con la valoración dada por sus compañeros. Lo más probable es que la fijación de esta señal permita al cerebro predecir posibles conflictos en el futuro derivados de los desacuerdos con el fin de evitarlos, y esto probablemente ocurra de manera subconsciente.

Por lo tanto, las opiniones de los demás no solo influyen en nuestro comportamiento, sino que también provocan cambios a largo plazo en la forma en que funciona nuestro cerebro. Al parecer, el cerebro no solo se adapta rápidamente a las opiniones de los demás, sino que también comienza a percibir la información a través de los ojos de la mayoría para evitar conflictos sociales en el futuro.

Nuestro cerebro, sencillamente, se transforma y se convierte en una suerte de cerebro colectivo. Por eso es tan importante concebir cerebros externos que auditen nuestras opiniones (como el método científico) y también es importante que huyamos de tres de las personas más tóxicas a nivel ideológico, como podéis ver en el siguiente vídeo (donde también podéis ver, en un épico final, las estrellas que evitan que nos perdamos en la noche):

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