Tu entorno determina tanto lo que eres y cómo te comportas que el término "individuo" resulta vago

Si bien es cierto que cada uno de nosotros nace con unas predisposiciones naturales, y que gran parte de lo que somos es resultado de nuestra posición socioeconómica, nuestro currículo profesional o nuestra alimentación, todas esas influencias están entretejidas con la red de personas que entra y sale de nuestra vida cotidiana.

O como sugiere provocativamente el catedrático de la Universidad de Harvard, experto en redes sociales, Nicholas A. Christakis, en su libro Conectados : tu felicidad depende más de cómo sean tus amigos y los amigos de tus amigos que del dinero que tengas en el bolsillo.

Secuoyas y memes

La manera en que tu comportamiento está tamizado por el comportamiento de los que te rodean guarda cierto paralelismo con la existencia de la secuoya, el árbol más alto del mundo (y también la criatura más grande de la naturaleza). El crecimiento de la Sequoia sempervivens está condicionado por la semilla, sí, y también por innumerables factores ambientales. También son elementos importantes que ningún leñador tale la secuoya cuando sólo es un tallo joven, o que el suelo sea profundo y rico en nutrientes.

Pero la inmensa altura de la secuoya, finalmente, dependerá de un factor mucho más determinante: de la altura de las secuoyas que la rodean. Las secuoyas crecen a semejante altura porque, entre todas, se disputan la luz del sol, indispensable para llevar a cabo la fotosíntesis. Como en una suerte de carrera armamentística, todas ellas dependen del sol para sobrevivir, de modo que si una secuoya vecina crece más, acaparará la luz y condenará a la sombra al resto de las secuoyas.

Ello obliga a todas las secuoyas a ponerse a la misma altura de la que ha decidido crecer un poco más que el resto. Y así sucesivamente, hasta que se alcanza una especie de techo impuesto por la ley de la gravedad: llegados a cierto punto, el agua absorbida por las raíces ya no es capaz de ascender más alto para nutrir a las ramas.

En su visionario ensayo de 1978 Micromotivos y Macrocomportamiento, el premio Nobel de Economía Thomas C. Schelling resumía de esta manera la telaraña invisible que interrelaciona todas nuestras decisiones y opiniones y hasta nuestros deseos y miedos:

La gente influye en otra gente y se adapta a otros individuos. Lo que las personas hacen afecta a lo que hacen otras personas. Lo bien que la gente realice lo que desea realizar depende de lo que otros estén realizando. La manera como usted conduzca dependerá de la manera como otros conduzcan; el lugar donde usted estacione su automóvil dependerá del lugar donde los demás estacionen. Su vocabulario y su pronunciación dependerán del vocabulario y acento de otros. El hecho de que usted se case con una persona dependerá de la persona con la que trate, la cual se casará con usted, y de quien ya está casada. Si su problema es que hay demasiado tráfico, usted es parte del problema. Si usted se une a una multitud porque le gustan las aglomeraciones, usted hace más grande la multitud. Si usted saca su hijo de la escuela a causa de sus condiscípulos, usted sacará a un alumno que es condiscípulo de ellos. Si usted levanta la voz para hacerse oír, aumentará el ruido que otras personas producen al levantar la voz para hacerse oír por encima de todos. Cuando usted se corta el cabello, cambiará, muy sutilmente, la impresión que otras personas tienen de lo largo del cabello de la gente.

La definición de «meme» fue acuñada por el zoólogo, etólogo, teórico evolutivo y divulgador científico Richard Dawkins en las últimas páginas de su libro de 1976 El gen egoísta. Podríamos afirmar, pues, que todos los individuos en realidad son telarañas tejidas de memes. En tal caso, las ideas relativas a gobernarnos como individuos están condenadas al fracaso si olvidamos cuán importante es el entorno y, sobre todo, nuestras conexiones con los demás.

Podéis profundizar más a propósito de este tema en esta entrevista sobre el libro Cultiva tu memesfera:

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