Basta que digas 7 palabras para poderte clasificar según tu clase social, etnia, género y edad

Discriminar, prejuzgar, dejarse llevar por estereotipos... todos son útiles estrategias para abordar la complejidad de un mundo lleno de información cuando no disponemos de las claves y la información necesaria.

Esas estrategias serían algo así como brújulas o incluso señales más o menos acertadas del lugar en el que mueren algunos caminos. La realidad la descubriremos cuando hollemos esos caminos. Además, aunque esas estrategias no sean la mejor forma de conocer a alguien (es mejor hacerlo a través de una larga interacción), dado el escaso tiempo que tenemos para formarnos una idea del otro, pueden ser estrategias muy eficaces: bastaría, por ejemplo, con que la otra persona pronunciara siete palabras.

Las 7 palabras

Habida cuenta de que hay una enorme cantidad de información a nuestro alrededor y procesarla requeriría más tiempo que el que disponemos en nuestra propia existencia, nos dejamos llevar por pálpitos, por prejuicios, por inercias emocionales. Es no es necesariamente malo (permite vivir), lo que resulta preocupante es que usemos atajos equivocados o demasiado superficiales. O que nos quedemos atrapados en esas primeras impresiones y seamos poco capaces de superarlas cuando llegue información nueva.

A la hora de clasificar la clase social, la etnia, la edad o el género, de hecho, hace falta poco. Apenas siete palabras, como sugiere este estudio de 2019.

En uno de los cinco experimentos realizados, se pidió a un grupo de 27 personas que pronunciaran 7 palabras elegidas al azar. Por otro lado, a otros voluntarios se les pidió que las escucharan y que clasificaran a los hablantes según estas cuatro categorías, obteniendo las siguientes tasas de acierto:

  • 55,5 % para la clase social
  • 64,1 % para la etnia
  • 66,3 % para la edad
  • 92,4 % para el género

Además, los voluntarios con educación universitaria identificaron correctamente a casi el total de personas en el grupo experimental con estudios universitarios.

Como podéis ver en el siguiente vídeo, en el que se detalla más este estudio, estas heurísticas también pueden alimentar una especie de profecía autocumplida; es inevitable prejuzgar, es inevitable equivocarnos. Lo evitable es que, una vez conozcamos a la otra persona, seamos lo suficientemente flexibles como para ajustar nuestra opinión de ella en función de esos nuevos datos de entrada (por cierto, la imagen de la miniatura es de Ivana Trump):

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