Los exclusivos y fascinantes clubes fundados por científicos para científicos (II)

Seguimos con la lista iniciada en la anterior entrega de esta serie de artículos sobre clubes de científicos para científicos:

  • Club UPPU. El nombre lo dice todo, leído en inglés suena como “You pee plutonium”, es decir, “meas plutonio”. Fue formado por algunos trabajadores clave del bando químico del Proyecto Manhattan. Tal y como explica Hugh Aldersey-Williams en su libro La tabla periódica:
Para tener derecho a pertenecer al club, era imprescindible haber estado expuesto lo bastante al plutonio como para que éste apareciera en la orina.
  • Las medias azules eran las mujeres pertenecientes a la Blue Stockings Society, una asociación intelectual fundada en la década de 1750 que celebraba sus reuniones en casa de Elizabeth Montagu o de otros miembros de su círculo íntimo. Las mujeres que participan en este grupo generalmente tenían más educación y menos hijos que la mayoría de las mujeres inglesas de la época. Y no se les daba nada bien hacer las labores del hogar.

No fue un club especialmente científico, sino literario y humanístico, pero también suscitó debates y reflexiones acerca de los descubrimientos de la época desde el punto de vista del sector social que menos voz tenía.

Un vistazo a…
La ciencia detrás del sueño y los efectos en nuestro cuerpo
  • James Watson (codescubridor junto a Francis Crick de la doble hélice del ADN) y el físico George Gamow crearon en 1954 el RNA Tie Club (Club de la Corbata del ARN), formado por 24 socios (uno por cada aminoácido, más cuatro miembros honorarios, entre los que se encontraba el brillante e iconoclasta Richard Feynman. Tal y como explica James Gleick en su libro La información:
Cada uno de ellos recibió una corbata de lana negra y verde, confeccionado según diseño de Gamow por un camisero de Los Ángeles.

Cada corbata costaba cuatro dólares y llevaba una hebra de ARN cosida con hilo dorado de seda. En la papelería oficial del Club se podía leer: “Hazlo o muere, o ni lo intentes”.

Sam Kean, en su libro El pulgar del violinista, opina al respecto del club:

Históricamente, y a pesar de su enorme potencia intelectual colectiva, el club acabó siendo un poco estúpido. Los físicos suelen verse atraídos por problemas de una complejidad perversa, así que ciertos miembros del club muy aficionados a la física (como el propio Crick, que era doctor en esa disciplina) se lanzaron a trabajar sobre el ADN y ARN antes de que nadie se hubiera dado cuenta de lo simple que era el proceso ADN – ARN – proteínas. Se centraron sobre todo en la forma en que el ADN almacena sus instrucciones, y por alguna razón decidieron de buen principio que el ADN debía esconder sus instrucciones con un código intrincado, un criptograma biológico. (…) Pero lo cierto es que todo aquello no era más que numerología. Los datos de la bioquímica no tardaron en desinflar a los descifradores de códigos al demostrar que no había ninguna razón profunda para que el ADN codifique veinte aminoácidos y no diecinueve o veintiuno.

En la próxima y última entrega de esta serie de artículos, más clubes de científicos para científicos.

Portada de Xataka Ciencia