Nuestros antepasados fueron víctimas de una mutación genética que les quito algo de forma repentina e inesperada: la cola

El cuerpo humano está lleno de taras, dista de ser perfecto, ni siquiera es armónico, porque es producto de una evolución azarosa y ciega, en palabras de Richard Dawkins. La evolución no tiene que ver con la perfección, sino con lo que el Nobel Herb Simon llamó “satisficing” (satisfacer de manera suficiente), obteniendo un resultado y conformándose con él.

Por ello, hay rasgos anatómicos del cuerpo humano que no sirven para nada o para casi nada. Algunos los hemos perdido, otros siguen ahí. Son los llamados órganos vestigiales. Órganos cuya función original se ha perdido durante la evolución. Entre los que hemos perdido, uno bastante sorprendente es la cola.

La pérdida de la cola

Nuestros antepasados tenían cola, y este apéndice se mantuvo durante millones de años. Esto ya de por sí es sorprendente, como lo es que la hayamos perdido. ¿Acaso no era eficaz para nada? La cuestión es que su pérdida no fue gradual, sino que se perdió de forma inopinada debido a una mutación genética, tal y como sugiere un nuevo estudio llevado a cabo por un equipo de genetistas de la Universidad de Nueva York. Esto ocurrió hace unos 25 millones de años.

Los proyectos de secuenciación del genoma de primates han hecho posible la identificación de vínculos causales entre cambios genotípicos y fenotípicos, y permitir la búsqueda de elementos genéticos específicos de hominoides que controlan el desarrollo de la cola.

La mutación está en un gen llamado TBXT, que codifica un factor de transcripción involucrado en el desarrollo embrionario. El TBXT fue uno de los primeros genes que descubrieron los científicos hace más de un siglo. En aquel entonces, muchos investigadores buscaban genes bombardeando a animales, plantas y microbios con rayos X, con la esperanza de que las mutaciones crearan un cambio visible.

Pero si bien este descubrimiento arroja luz sobre cómo los simios perdieron la cola, por qué lo hicieron es otra cuestión completamente distinta. "Esa es la siguiente pregunta pendiente: ¿cuál sería la ventaja?" "Debemos haber tenido un beneficio claro por perder la cola, ya sea por una mejor locomoción o por otra cosa".

Tiene que haber alguna, si tenemos en cuenta que esta mutación también conlleva una desventaja: aumento de desarollo de anomalías espinales parecidas a la espina bífida (de hecho, se especula que la tasa relativamente alta de espina bífida entre los humanos es una reliquia persistente de la pérdida de nuestra cola).

Todo lo cual, subraya las palabras que un día escribió el Premio Nobel François Jacob, la evolución se parece a un manitas "que … a menudo sin saber qué a va a producir … utiliza todo aquello que encuentra a su alrededor, cartones viejos, trozos de cordel, fragmentos de madera o metal, para crear algún tipo de objeto viable … es un conjunto de piezas dispares unidas cuando y donde surgió la oportunidad".

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