Respuestas simples para preguntas sobre cada nueva tecnología

El mundo se divide entre tecnófilos y tecnófobos, entre optimistas tecnológicos y luditas agoreros, entre quienes pueda la vista en el futuro y quienes la tienen en el pasado, los que consideran que vamos a mejor y los que aseguran que vamos a peor. Probablemente ninguna de las dos posturas es inteligente, porque cada nueva tecnología tiene sus pros y contras (aunque la deriva tecnófoba siempre ha tenido mejor prensa y prodigamiento, y los avances del progreso tecnológico acostumbran por acallar todos los miedos iniciales. Un buen libro sobre ese tema es El optimista racional, de Matt Ridley.

En cualquier caso, tanto para tecnoptimistas como para seguidores de Thoreau, xkcd, siempre con su brillantez conceptual, ha dibujado una tabla de preguntas típicas que surgen ante cualquier nueva tecnología, así como las respuestas que podemos ofrecer prácticamente siempre. Más abajo os ofrezco la traducción, cuyo coralario podría ser: una nueva tecnología cambia nuestras vidas menos de lo que creemos, y también más de lo que creemos.

¿Nos convertirá en genios?

No

¿Nos convertirá en tontos?

No

¿Destruirá industrias enteras?

¿Nos hará más empáticos?

No

¿Nos hará menos cariñosos?

No

¿Hará que los adolescentes lo usen para sexo?

¿Ellos tendrán sexo de todos modos?

¿Acabará con la música?

No

¿Acabará con el arte?

No

Pero no podemos volver a un tiempo en que...

No

¿Traerá la paz mundial?

No

¿Provocará la alienación generalizada creando un mundo de experiencias vacías?

Ya estábamos alienados

Tales respuestas sirven para casi cualquier tecnología, gadget o tendencia, desde los telares mecánicos que funcionaban en Mánchester a todo trapo hasta Internet o la digitalización de la cultura, pasando por el teléfono, el coche, el microondas, el teléfono, el teléfono móvil, la gramola, el tocadiscos.

Incluso los libros fueron en un momento dado considerados una nueva tecnología, y por tanto atroz, por pensadores de la talla de Sócrates: tenía miedo del exceso de datos, y de la escasez de criterio para separar el grano de la paja. Es decir, lo que antaño pasaba con el invento de la lectura, hogaño pasa con el invento de Internet, San Google o la Wikipedia. Decía Sócrates:

Una vez que algo se escribe, la composición, sea ésta la que fuere, empieza a moverse por todas partes, cayendo en las manos no sólo de aquellos que la comprenden, sino de igual manera en la de aquellos que nada tienen que ver con ellas; el escrito no sabe cómo dirigirse a la gente adecuada y no dirigirse a la equivocada. Y cuando se lo maltrata u se abusa de él injustamente, siempre necesita que sus padres acudan en su auxilio, puesto que es incapaz de defenderse o de ayudarse.

Pues eso, para estamparse en una camiseta. Sobre todo en España, donde un 23% de los españoles se declara tecnófobo, según el estudio de Capgemini, elaborado en 16 países para medir los hábitos de compra por Internet.

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