La gente que tiene tres tipos de trabajo en Silicon Valley

Hace un par de años tuve la ocasión de pasar un día por Silicon Valley, visita de la que doy buena cuenta aquí, y que me permitió ver a golpe de coche algunas de las sedes míticas del mundo de la tecnología, así como almorzar un sándwich vegetal con zumo de guayaba en un café repleto de geeks que tecleaban en sus laptops al ritmo músicos ejecutantes.

Porque aquí todo el mundo está inspirado del modo en que lo están los artistas que crean arte. No en vano, la Universidad de Stanford, núcleo de Silicon Valley, puede presumir de tener entre sus antiguos estudiantes a los fundadores de Google, Yahoo, Electronic Arts, Coursera, Udacity, PayPal, eBay, LinkeIn y un largo etcétera. Aquí estudiaron 27 premios Nobel.

Silicon Valley también se caracteriza por ser un excelente microuniverso donde probar cosas y ver si pueden funcionar para el resto del mundo. Es lo que se llama scalability, algo así como la mezcla de economía de escala con la capacidad de cambiar de escala, tal y como explica Frédéric Martel en su libro Smart:

El ecosistema de la región de San Francisco permite a una empresa que tiene “potencial” de crecimiento (que es scalable) encontrar a la vez lo medios técnicos para adaptarse al ritmo de la demanda y los medios financieros para crecer rápidamente. La masa crítica hace el resto: el mercado interior estadounidense ya cuenta con 320 millones de clientes potenciales unidos por la misma lengua y una economía común. Desde ese puerto de atraque californiano, encrucijada fundamental en el Pacífico dentro de un estado multiétnico y multilingüístico, luego es posible aumentar la potencia a nivel internacional.
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Tres trabajos

En todos los lugares, incluido ya la mayoría de barrios de San Francisco, domina el espíritu de la cultura startup, una mezcla de creatividad y relajación: gente disfrutando de un café en un sitio paradisíaco mientras le da otra vuelta a su proyecto para hacerse millonario. Aquí la gente discute sobre series de la HBO, pero también sobre lenguajes de programación. Leen Wired, visualizan TED Talks y asisten a hackatons.

Aquí mucha gente tiene tres empleos.

  • Un empleo puramente alimenticio, el que le proporciona dinero fácil por un trabajo de bajo escalafón para pagar las facturas.

  • Otro trabajo puramente creativo y artístico, un side job, el que permite escribir en un blog, participar en colaboraciones y un largo etcétera de cosas que nos gusta hacer no necesariamente a cambio de dinero.

  • Y un tercer trabajo visionario, quizá una startup en el que invertir tiempo y dinero para quizá hacernos ricos o que nuestro nombre aparezcan en letras de molde. Esta gente hiperactiva son los llamados three businesscard persons, pues acumulan varios empleos y tienen al menos tres tarjetas de visitas distintas.

En el libro Smart, de Fréderic Martel, se entrevista a uno de estos personajes, una chica llamada Charity, que define así su vida cotidiana:

Yo no estoy hecho para las big companies. No quiero ser una empleada entre cinco mil. Me gusta el caos, la incertidumbre. Me gusta la velocidad. Me gusta la libertad, la experimentación. Me gusta que no haya objetivos, que no haya “planes quinquenales”. Me gusta trabajar a mi rtmo, elegir mis horarios: no soy una morning person. Al mismo tiempo, soy una obsesa del control: en una startup, cada individuo es absolutamente necesario para el éxito. Me gustan las reglas que fijo yo misma. Me gusta no tener más elección que hacer o morir. Me gusta la primera vez que por la calle te cruzas con alguien que lleva la camiseta de tu startup. Me gusta sentirme galvanizada por la posibilidad del éxito y aterrada por el riesgo del fracaso.

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