Tu corazón está a merced de tu rango salarial (y II)

Si enfocamos nuestra atención a los seres humanos, podemos observar algo muy similar. Los trabajadores de baja cualificación en Estados Unidos, los llamados White Trash (Basura Blanca), personas con trabajos basura, mal pagados, suelen tener una salud basura, independientemente de que se alimenten de fast food, hagan poco ejercicio o en general tengan hábitos de vida poco saludables.

Los funcionarios británicos que trabajan en Whitehall también contraen más enfermedades cardíacas en proporción con su inferioridad en el orden jerárquico burocrático. Fue la correlación que se extrajo de un estudio masivo de 17.000 funcionarios.

Un trabajador de categoría inferior, como un conserje, tenía casi 4 veces más posibilidades de sufrir un ataque al corazón que una secretaria permanente de alto rango. Y no importaba que la secretaria fuera obesa, hipertensa o fumadora: seguía teniendo menos posibilidades que un conserje no fumador, delgado e hipotenso.

Un estudio realizado a un millón de empleados de la Bell Telephone Company en los años 1960 proporcionó los mismos resultados.

Tus hábitos son una causa secundaria de tus ataques cardíacos. Lo importante son vuestros trabajo. Y olvidaos del tópico de que un trabajo que implique mucha responsabilidad también conlleva mayor estrés y, por tanto, mayores posibilidades de un fallo del corazón. Ocurre, pero su incidencia es casi una anécdota en comparación con la inicidencia que tiene el dinero que cobras al final de mes y la posición que ocupas frente a los demás trabajadores de tu entorno.

Si estás en la cima, también estás en la cima a nivel de salud. Es la sensación de que uno tiene control sobre su vida lo que induce esta respuesta positiva de nuestro organismo. Los niveles de cortisol de un funcionario no aumentan en relación a la cantidad de trabajo que debe realizar sino a la cantidad de órdenes que debe acatar y la poca relevancia que su trabajo tiene a nivel general.

Si a dos grupos de personas se les ordena la misma tarea, pero al primero se le ofrece libertad y confianza y al segundo grupo, una imposición de horario y unas reglas estrictas que deben cumplirse, este segundo grupo sufrirá un mayor aumento de las hormonas del estrés, de la presión sanguínea y de la frecuencia cardiaca respecto al primer grupo.

Si vuestras vidas laborales están a merced de factores externos (y no hay mayor aleatoriedad externa que la posibilidad de perder el empleo por causas ajenas a uno, como la crisis económica), entonces estáis perdidos. Se debería invertir mucho más esfuerzo en cuidar la salud en esta área que en cualquier otra. Mientras se está cobrando el subsidio por desempleo es cuando la gente suele enfermar con más frecuencia.

Estas correlaciones también arrojan luz al hecho de que muchos altos directivos sufran ataques de corazón poco después de jubilarse, cuando han perdido su rango jerárquico y deben ocupar su tiempo libre en tareas humildes y serviles en un entorno doméstico dirigido por sus cónyuges.

Estar al mando no sólo es sexy, sino que reporta unos beneficios que ninguna dieta hipocalórica puede ofrecer.

Depender de la beneficencia es peor para nuestra salud que fumar, ingerir grasas y llevar una vida sedentaria.

Así pues, la meritocracia es quizá una falacia; aspirar a estar en la cima de la pirámide puede parece abyecto; desear un sueldo más boyante que el del vecino tal vez sea síntoma de una personalidad un poco endeble. Pero los efectos colaterales en nuestra salud de todos estos anhelos capitalistas nos dicen mucho acerca de nuestra biología y, en definitiva, de lo que somos y de cómo hemos llegado hasta aquí.

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