¿Es peligroso tragarse un chicle? ¿Se queda en el estómago sin digerir?

Hay un miedo bastante arraigado que señala la inconveniencia de tragarse un chicle: podría quedarse años en el estómago, sin digerir. ¿Esto es así? ¿Entraña algún peligro tragarse un chicle?

A pesar de que los chicles son tan pegajosos (basta con fijarse en los que quedan permanentemente chafados en el pavimento de las calles) y que una cuarta parte del chicle no es alimento, sino látex, resinas, ceras y emulsionantes, nuestro intestino elimina el chicle de igual forma que lo hace con cualquier cosa que es difícil de digerir: en uno o dos días abandona nuestro cuerpo por vía rectal.

Otra cosa es que decidáis tragaros muchos chicles al día. Entonces puede formarse un bezoar, un cálculo formado por material sin digerir que se aloja en el estómago o el intestino. Por ejemplo, un bezoar es lo que aparece en los raros casos del síndrome de Rapunzel: gente que no puede evitar tragar pelo.

De hecho, el doctor David Milov dirigió publicó un estudio sobre bezoares titulado “Chewing Gum Bezoars of the Gastrointestinal Tract” en la revista médica Pediatrics, en 1998. En tales casos, se encontraron que los niños que tragaban varios chicles cada día finalmente sufrían estreñimiento crónico.

Más bueno de lo que parece

Así que mascad chicle sin miedos. Además, maschar chicle puede ayudar a controlar el hambre en una dieta hipocalórica: masticar chicle sin azúcar con un sabor fuerte reduce el ansia de picotear, y además consigue que si comemos algo, esto tenga un sabor menos agradable debido a los restos de sabor del chicle. Por otro lado, el hábito de mascar chicle produce un leve gasto calórico que oscila en las 11 calorías por hora, y además, el chicle sin azúcar permite calmar la ansiedad mediante la ingesta de un producto “dulce” sin azúcar ni calorías.

Y Siegfried Lehrl, psicólogo de la Universidad de Erlangen-Nüremberg, hizo público recientemente un estudio en el que se demuestra que mascar chicle nos hace más listos. Al parecer, los movimientos de la mandíbula durante la larga masticación de un chicle estimulan la circulación y sirve al cerebro como una bomba de oxígeno que potencia la concentración.

Una investigación estadounidense liderada por el psicólogo Serge Onyper, de la Universidad de St. Lawrence, comprobó que el mascar chicle durante cinco minutos permitía mejorar las funciones del cerebro durante 20 minutos. En 2002, se realizó otro experimento similar capitaneado por científicos de la Universidad de Northumbria en Inglaterra, comprobándose que las personas que mascaban chicle obtuvieron una mejora del 35% en su capacidad para recordar palabras.

Frente a estos estudios no es extraño que encontremos referencias históricas que apunten a que los filósofos de la antigua Grecia animaban a sus alumnos masticar chicle para fomentar el razonamiento. Dioscórides recomendaba la resina del lentisco (Pistacia lentiscus) por sus presuntas propiedades curativas.

Por si fuera poco, mascar chicle es una buena forma de combatir la caries: el xilitol inhibe microorganismos causantes de caries, así como el mero acto de mascar el chicle permite liberar más saliva que mantiene más limpia la boca: reduce la acidez en la boca, pues la saliva neutraliza el ácido de los alimentos y las bebidas.

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