La comunicación científica

La imagen de un científico barbudo que desarrolla rompedoras teorías, de espaldas a la sociedad, en la soledad de un sótano cochambroso dista mucho de ser realidad. La ciencia, con cada vez menos excepciones, se investiga en comunidad.

Sin duda, abundan momentos en que uno se encierra en un escritorio a hacer y repasar cálculos y más cálculos. Pero siempre llega el momento de dar a conocer los resultados a la comunidad científica. La publicación es imprescindible por muchos motivos,... tantos que no sabría decir cuál es más importante.

Un vistazo a…
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En primer lugar, el motivo más obvio es que si el progreso realizado no se da a conocer, el conocimiento morirá con su autor. Los científicos de la siguiente generación tendrán que empezar de cero cada vez. Por lo que en vez de un avance progresivo, estaríamos en un estéril bucle sin fin.

En segundo lugar, por muy contento que uno esté de sus progresos, prácticamente siempre hay algo en lo que no ha pensado. No sólo posibles errores que se hayan podido cometer. A veces, por el mero hecho de pensar de una forma diferente, o por tener experiencias en otros campos, otra persona puede encontrar aplicaciones muy diferentes que el autor original nunca habría podido imaginar. O una forma más sencilla y potente de llegar al mismo resultado.

Además, por la pura naturaleza de la ciencia, no es suficiente con que una persona llegue a un resultado. Es necesario que sea corroborado por cuántos más investigadores mejor. Y ello requiere que los detalles necesarios estén disponibles.

La comunicación entre científicos se produce tanto individual como colectivamente. La individual no es muy diferente a la de las personas normales. Si es posible, el mejor sitio siempre es la cafetería de la facultad. Sino, hay métodos a distancia.

Antaño, por carta. Seguro que haréis leído artículos históricos sobre las cartas que Einstein o Newton intercambiaban con sus coetaneos. Hoy en día teléfono, email, Skype, messenger, Facebook, Twitter… Todo vale. Mientras unos usan esas vías para ligar, otros intentan desentrañar los misterios de la naturaleza.

Pero la comunicación relevante es la que se produce cara a la comunidad científica en general. Normalmente por parte de un sólo investigador, o un pequeño grupo de ellos. Hay dos modalidades: las conferencias y los artículos publicados.

Las conferencias permiten cierta interactividad (basada en turnos de preguntas). Todo campo científico que se precie tiene su congreso internacional anual. Suelen constar de conferencias individuales (una hora sería la duración estándar) a lo largo de varios días. Uno puede saber que realmente es alguien en su campo si su nombre aparece en la lista de ponentes.

Una curiosidad, cada sesión de los congresos es presidida por un chairman. Oficialmente se encarga de recordar a los ponientes que se les acaba el tiempo, conceder turnos de palabra para las preguntas, etc. A la práctica, sólo intervienen si la persona en la tarima se alarga demasiado sobre el tiempo previsto. Es una figura más bien honorífica, uno puede saber que realmente ha sido alguien en su campo si le ofrecen ser chairman (también puede saber que se está haciendo mayor…).

Por otro lado, la comunicación escrita sigue siendo el medio utilizado principalmente. Incluso las conferencias suelen publicar un fleje de notas sobre las ponencias. Antaño, cuando aún no existían publicaciones periódicas (revistas especializadas), la comunicación escrita se hacía en forma de libros (todos recordaréis los famosos Principia de Newton). Pero ya hace bastante tiempo que la comunicación se articula en forma de textos más cortos: artículos (valga la redundancia).-

De hecho, la publicación artículos es el vehículo principal que transmiten los adelantos científicos. Hasta el punto que muchas veces se valora el trabajo de un investigador únicamente por el número de publicaciones (y las citas que dichos trabajos reciben). Por supuesto, importa bastante el lugar donde se publica. No es lo mismo publicar en la revista del colegio de mi sobrino que en Nature.

Es un poco una pescadilla que muerde su cola: los investigadores se mueren de ganas de publicar en revistas de gran prestigio, ya que eso les dará prestigio a ellos. Por otra parte, las revistas quieren publicar los avances más importantes, ya que de ahí es de donde proviene su prestigio. Por este motivo, las revistas ponen mucho esfuerzo en analizar profundamente cada artículo que reciben antes de aceptarlo.

La gran mayoría, sino todas, utilizan el sistema de revisión por semejantes. Es un mecanismo de arbitraje en que el editor remite cada artículo propuesto a otro miembro de la comunidad científica, experto en el tema, para que realice un informe sobre el artículo. Oficialmente, uno nunca sabe quien es su arbitro.

Aunque, debido a que la especialización en algunas áreas es muy grande, a la práctica es más que probable que el árbitro sea un conocido del autor. Sin duda, se encontrarán sin saberlo (por lo menos uno de ellos no lo sabrá) en las conferencias anuales. De hecho, yo conocí un curioso caso en que un compañero de departamento arbitraba el artículo de un de mis compañeros de clase.

Si todo va bien,el árbitro da el visto bueno y el artículo se publica. En estos casos, el informe puede llegar a ser escueto. Recuerdo que el informe de mi primer artículo publicado tenía sólo dos frases. Una donde hacía un pequeño resumen del artículo, y una segunda que rezaba más o menos así (traduzco del inglés): “No veo ninguna razón por la que los desarrollos del artículo no puedan ser útiles en el futuro, por lo que recomiendo la publicación del escrito”.

En otras ocasiones, el visto bueno es condicional. El árbitro observa algún error menor, y recomienda su subsanación. Suelen ser errores menores, a veces simple “dedazos” al teclear. El autor (o autores) tienen un corto plazo de tiempo para enviar la nueva versión. Si el editor comprueba que se ha solucionado el error, y que no hay otros cambios mayores en el documento, se procede a su publicación.

Sin embargo, no siempre todo es tan idílico. Se pueden dar casos en que el árbitro cuestione el documento. Tanto por su forma como por su contenido. En estos casos, se suele mantener cierta correspondencia con el juez, que en ocasiones puede llegar a ser un poco tensa (a nadie le gusta que cuestionen su trabajo).

No obstante, si los árbitros están bien escogidos (en una revista importante suelen estarlo), y si el trabajo propuesto es honesto y realmente científico, no fruto de una iluminación, prácticamente siempre se llega a un acuerdo tras remodelar suficientemente el artículo. De hecho, este proceso acaba repercutiendo en una importante mejora en el artículo. Por suerte, yo nunca viví un caso así, aunque tengo amigos que sí.

Aunque el advenimiento de la red ha hecho que todo esto sea mucho más rápido (de hecho, la web fue creada por científicos del CERN precisamente como herramienta para facilitar la comunicación científica), sigue siendo un proceso lento. Imprescindible, pero lento.

Por ello, no sólo ahora sino también en la era de la escritura manual, los científicos querían acelerar el proceso y dar a conocer sus trabajos con rapidez. Estos artículos pre-publicados (preprints, en inglés) tienen poca validez, uno no puede ponerlos en el currículo, son una mera herramienta de publicación.

Antaño se hacía por correo, enviando el texto a los centros de investigación donde podrían ser de interés. Por supuesto, esto requería ser ya conocido, o iban a tomar en serio cartas de cualquiera. Aunque esto pueda parecer “cierra” la comunidad científica, a la práctica no es un problema porque todo investigador empieza su andadura como discípulo, por lo que sus primeros artículos siempre son en colaboración con un miembro reconocido de la comunidad (esto sigue siendo cierto ahora).

En la era cibernética, hay sitios web especialmente ideados para albergar artículos pre-publicados. Quizá uno de los más importantes, sobre todo en Física, es arXiv.org. Está dividida en multitud de secciones, cada una dedicada a un campo concreto. Por ejemplo, yo siempre publiqué en hep-th (física altas energías – teoría, del inglés High Energy Physics – Theory). Subscrito a este canal, uno puede ver todos los trabajos en física teórica justo cuando salen del horno. Suelen ser unos 10-20 cada día.

Estos artículos pre-publicados, disponibles públicamente a todos los seres humanos del planeta (que dispongan de conexión a Internet) han cobrado tanta importancia que, a la práctica, la comunicación en la comunidad se basa en ellos. Aunque como no pasan ningún filtro, no son una base fidedigna para medir a un investigador.

Por eso, los artículos se siguen enviando a revistas especializadas, y el lento proceso de arbitraje. Pero hoy en día ello se hace sobre todo por el prestigio y reconocimiento que ello implica. Para el día que se acepta un artículo a publicación, puede hacer varios meses desde que fue subido a la red como preprint.

Otra ventaja de sitios como arXiv es que permiten substituir el artículo por una nueva versión con correcciones (aunque las versiones anteriores siguen siendo visibles). En cambio, en una revista ello no suele ser posible, porque la versión impresa ya se ha enviado. Sólo es posible publicar una errata en un número posterior, lo cual es tan laborioso como publicar el artículo en si.

Por ello, muchos autores esperan cierto tiempo desde que pre-publican su artículo antes de enviarlo a la revista elegida. En este tiempo pueden repasar el artículo, y en muchas ocasiones reciben correos electrónicos de otros miembros de la comunidad dando ideas. A veces, el e-mail se basa en apuntar a trabajos en el mismo campo. Suele ser el propio autor, que implícitamente (o, a veces, explícitamente) pide que se incluya una cita a alguna de sus publicaciones.

Las citas al artículos, a la larga, es lo que da valor al trabajo. Si en tu texto haces referencia a un trabajo anterior, estás diciendo que era útil, lo que le da puntos. En este sentido, si la petición no es muy descabellada se suele acceder a incluir una cita al autor que se ha tomado la molestia de leerse tu trabajo y ponerse en contacto. Es decir, si el trabajo realmente está relacionado y es de calidad. Siempre está bien que alguien te deba un favor, y a la larga, cuando publique otro artículo del mismo campo, es muy probable que devuelva la cortesía.

Como veis, la redacción de artículos y la preparación de conferencias es una parte integrante de la investigación científica, aunque probablemente sea una tarea bastante poco conocida. Sin duda, cada día los investigadores dedican a ello tanto tiempo como a hacer cálculos o analizar datos experimentales. Sin la comunicación, no habría comunidad, y la ciencia no es una excepción.

Fotos | Rinze Wind, Greg Neate, The fire bottle

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