Viva la serendipia (III): la orina filosofal y la rueda de árbol

LA ORINA FILOSOFAL

El químico alemán Henning Brand estaba obsesionado con encontrar la piedra filosofal, el elixir mágico capaz de convertir los metales menos nobles en oro. ¿Sabéis donde buscaba esta sustancia? En la orina.

Como un Txumari Alfaro cualquiera, Brand confiaba en que la orina contendría lo que buscaba. Sin embargo, mientras examinaba unas muestras (ignoramos si, como Txumari Alfaro se las bebía y hasta se frotaba los ojos con ella), Brand descubrió otra cosa mucho más importante que el oro y que sin duda iluminó mucho más a la humanidad que una montaña de lingotes de Fort Knox: el fósforo.

LA RUEDA DE ÁRBOL

Probablemente la rueda sea uno de los inventos más importantes de la historia de la humanidad. Sin embargo, no sabemos quién fue su descubridor. Lo que sí sabemos en quién le dio solera.

Cuando pronunciamos el nombre de Charles Goodyear, a todos se nos viene a la cabeza una imagen: la de los neumáticos de un coche. Sin embargo, el pequeño industrial estadounidense nunca se propuso convertirse en lo que acabó siendo.

Para explicar la historia en orden, hay que remontarse a hasta 1615. Justo cuando un español, Herrera Tordesillas, contemplaba cómo unos indios de Haití disputaban un partido con una pelota. Todesillas no podía dejar de fijarse en las pelotas que los jugadores usaban. Estaban confeccionadas con la savia de un árbol. A Tordesillas se le iluminó una bombilla, y el caucho fue descubierto.

Pero en Europa el caucho no despertó demasiado interés, sobre todo entre los industriales. ¿Para qué querían una sustancia que se volvía blanda y pegajosa en los días de calor y se desmenuzaba con el frío? Quizá si eras un indio de Haití, el caucho podría ser fascinante, pero ¿qué rendimiento económico se le podía sacar a aquel material tan inútil?

Fue cuando Charles Goodyear intentó mejorar el caucho para darle alguna utilidad. Todavía no sabía cuál. Para conseguirlo, empezó a mezclarlo al tuntún con otras sustancias, ya que él no era químico. Pensó que a base de probar mezclas, algo interesante saldría.

En enero de 1839, volcó por error sobre una estufa un recipiente en el que había mezclado látex, azufre y blanco de cerusa. Cuando la mezcla se enfrió, voilá. Los ojos de Goodyear se dibujaron con el símbolo del dólar.

Aquella mezcla, al enfriarse, adquiría solidez sin perder estabilidad. En 1844, patentó el caucho vulcanizado. Y para siempre evocaríamos neumáticos al recordar su nombre.

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