Lo que diga mi mujer, o el problema de los expertos

Aunque pudiera parecer que ello erosiona nuestra reputación, debemos permitir que nuestras mujeres o parejas nos corrijan. Ello evitará que cometamos tantos errores. También sirve que dejemos que nos corrijan colegas, padres, allegados e incluso desconocidos.

La mejor forma de detectar errores en un texto que acabas de escribir, por ejemplo, es someterlo al escrutinio de otros ojos. Por eso la Ley de Linus es tan poderosa. Incluso si el lector es lego, puede que descubra errores que pasarán desapercibidos por los especialistas (precisamente porque a los especialistas los corrigen poco).

Tal y como explica Joseph Hallinan en su libro Las trampas de la mente:

El hábito es un gran amigo, pues nos ahorra tiempo y mucho esfuerzo mental. Pero puede matar nuestra capacidad de percibir situaciones nuevas. Después de un tiempo sólo vemos lo que esperamos ver. Pasamos rozando las cosas y no vemos los detalles, sino los patrones generales.

Por ello, debemos tener mucho cuidado con las jerarquías y los profesionales, porque un exceso de confianza en ellos pudiera hacer que tropezáramos en la falacia de autoridad.

Si bien las autoridades son importantes a la hora de jerarquizar lo que es más verdad de lo que es más mentira (por ejemplo, un estudio de doble ciego publicado en una revista de alto impacto es más verdad, por definición, que la opinión que alguien escribe en un blog personal), no siempre es necesariamente así. Y eso también debemos tenerlo en cuenta.

Cada 48 horas se genera tanto contenido digital como desde el principio de la civilización hasta el año 2003; esto es aproximadamente cinco exabytes de información. Y eso sucede ahora en Internet cuando solo hay dos mil millones de personas conectadas, de los siete mil millones que hay en la Tierra. ¿Qué ocurrirá cuando se conecte el resto? ¿Qué sucederá cuando se generen todavía más plataformas para producir contenidos?

Frente a tamaña avalancha de información, no solo podemos depositar nuestra confianza ciega en las autoridades. También debemos permitir sistemas de supervisión ciudadana de la información, jerarquización de masas, como si dijéramos. La ley de Linus aplicada en Internet de forma masiva.

Esta suerte de sabiduría colectiva es un tema controvertido. La mayoría de nosotros parece ser imbécil: mirad las modas, el gregarismo, los programas más vistos, los libros más leídos… Sin embargo, si la colaboración entre las masas reúne ciertos requisitos (como una ligera jerarquía flexible, mucha diversidad y otros tantos que James Surowiecki desgrana en su libro Cien mejor que uno), entonces se producen milagros como Wikipedia.

Por esa razón, además de introducir sistemas de jerarquías sobre la fiabilidad de una información, también debemos permitir la crítica abierta, la opinión de las masas (expertas y no). Bien conducida y gestionada, estoy convencido de que enriquecerá mucho más lo que digan los expertos. Y evitará, en lo posible, los errores que cometen los expertos por su propia naturaleza de expertos.

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