La pereza también puede contagiarse

En función de las personas que se relacionen con nosotros, podemos desarrollar determinados rasgos en nuestro comportamiento. Porque muchos comportamientos se contagian socialmente como si fueran virus. Un ejemplo paradigmático es el suicidio.

Un nuevo estudio, que ha evaluado el contagio social de la pereza, entre otros rasgos, ha ido incluso más lejos, porque las personas que contagiaban a los demás no eran reales, sino simulaciones de Inteligencia Artificial.

Pereza contagiosa

El estudio llevado a cabo por investigadores del Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de París, y que ha sido publicado en la revista PLOS Computational Biology, se hizo con 46 participantes.

Los expertos pidieron a los voluntarios que tomaran algunas decisiones, entre las que se encontraba asumir algún riesgo, quizá un retraso o un esfuerzo por su parte, antes y después de observar las decisiones de otros participantes ficticios. Estos participantes no eran seres humanos, sino algoritmos (aunque los participantes no lo sabían).

Los resultados mostraron que los participantes se inclinaban a repetir (de forma inconsciente) los comportamientos que habían visto en los participantes virtuales, como la pereza. Tal y como explican los investigadores Jean Daunizeau y Marie Devaine, líderes del trabajo:

Trabajamos para entender tanto la cognición humana como la animal. En concreto, demostramos que la información formal y las teorías de la decisión aportan ideas de un valor incalculable respecto a la naturaleza y la relación de los sesgos en la cognición social.

Nicholas A. Christakis, sociólogo de la Universidad de Harvard, y James H. Fowler, profesor de ciencias políticas de la Universidad de California, San Diego, inciden en este contagio social para explicar la epidemia de obesidad que asola Estados Unidos en su libro Conectados. También hablan allí de la forma en que se contagian las emociones:

Si empezamos a correr regularmente para ponernos en forma, es muy posible que alguno de nuestros amigos haga lo mismo, aunque también es posible que, sencillamente, lo invitemos a venir con nosotros y acceda a acompañarnos. De igual modo, si empezamos a comer alimentos que engordan, nuestro amigo puede imitarnos; pero también puede suceder que lo invitemos a comer en restaurantes donde sirven comida alta en calorías.

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