La mujer que estaba ciega pero no se lo creía

Uno de los casos neurológicos más extraños tiene lugar cuando el paciente ha perdido la visión, es totalmente invidente, pero el paciente no es consciente de ello: de hecho, lo niega, y finge que está viendo perfectamente.

Es el caso que, por ejemplo, describe Kathryn Schulz en su libro En defensa del error, en el que habla de Hannah, una mujer de 46 años que en el año 1992 se sometió a un examen neurológico en un hospital de Viena.

Hannah había sufrido un ictus que le había destruido casi totalmente el córtex visual y la había dejado casi incapaz de moverse debido a la pérdida de coordinación muscular y unas contracciones crónicas de tipo epiléptico.

El neurólogo, Georg Goldenberg, empezó pidiendo a Hannah que describiera el rostro del propio médico. Era una extraña pregunta, pero Hannah obedeció. El medico tenía el cabello ligeramente bronceado. A continuación, Goldenberg preguntó a Hannah por un objeto que estaba delante de ella. Era un cuaderno, respondió, del tipo de los que usan los colegiales, con tapa marrón y algo escrito en alfabeto latino que no podía distinguir con precisión. Y luego el doctor le preguntó dónde estaba exactamente el cuaderno. Lo tenía él en la mano izquierda, contestó Hannah, levantado a la altura de los ojos.

En realidad, el rostro de Goldberg estaba oculto tras una mampara. Y el libro que le mostraba no era tal, sino un peine. Este tipo de ceguera, que consiste en ser ciego a la propia ceguera, se llama síndrome de Anton.

Forma parte de una colección de problemas neurológicos llamados colectivamente como anosognosia o negación de la enfermedad. Por ejemplo, hay pacientes que niegan sufrir parálisis aunque estén sufriéndola.

Una ilustre (e ilustrativa) víctima de este extraño síndrome, el difunto William Douglas, juez del Tribunal Supremo, aseguró que no tenía ningún problema físico e invitó alegremente a un periodista que informaba de su ictus a hacer una excursión a pie con él.

La negación de la parálisis, en cualquier caso, es más común que el síndrome de Anton, que es ciertamente un desorden muy raro. Generalmente están presentes otros síntomas neurológicos que son muy variables dependiendo de la causa y extensión de la lesión cerebral. Pueden existir síntomas de demencia, delirio y amnesia si se afecta el lóbulo temporal.

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