El refugio de la felicidad: ¿Vanuatu o Dinamarca? (I)

¿Recordáis la adaptación cinematográfica de El Mago de Oz, de L. Frank Baum, protagonizada por una ya talludita Judy Garland? Cuando su casa llega al reino de Oz, aplastando a la Bruja del Oeste, su adorable perrito y ella descubren el País de los Munchkins, un lugar en technicolor habitado por unos enanos que rezuman una felicidad casi lisérgica.

Una malidicente leyenda de Hollywood cuenta, sin embargo, que los actores que encarnaban a los munchkins eran en realidad unos borrachos adictos al opio y al sexo duro que, en las pausas del rodaje, solían aprovechar para organizar orgías de enanos. Sea como fuere, será mejor seguir creyendo que todo ello forma parte de la leyenda, o jamás podremos volver a ver El Mago de Oz sin imaginarnos ciertas escenas escabrosas entre bambalinas.

Por si acaso, si queréis visitar un lugar en el que reina la verdadera felicidad y que no requiere de maquillaje de clown ni de una indumentaria que escandalizaría incluso a Ágatha Ruiz de la Prada, os emplazo a visitar el entrañable archipiélago de Vanuatu o, quizás, la democrática y socialmente progresista Dinamarca. Sobre cuál de los dos sitios es el mejor lugar para ser feliz, es algo que intentaremos esclarecer a lo largo de la siguiente serie de artículos.

¿Dónde nace el arcoiris?

Si hacemos caso a la medición del Índice de Planeta Feliz (HPI) divulgado en 2006, el arcoiris nace en el Pacífico Sur, a 1.750 kilómetros al este de Australia, en un archipiélago compuesto por 83 islas llamado Vanuatu. La medición no se basa en la cuota de sonrisas que sus ciudadanos dispensan al prójimo sino en la fórmula siguiente: Bienestar (cultura, gastronomía, etc.) por Esperanza de Vida dividido por Impacto Ecológico.

El resultado de Vanuatu es de 68,2. España, con un 43, ocupa el puesto 97. El ideal máximo sería una cifra bastante inalcanzable incluso para Vanuatu: 83,5.

El Índice de Planeta Feliz es un informe desarrollado por la asociación inglesa New Economics Foundation que se focaliza su atención en aspectos básicos y cotidianos de la supervivencia, en cierta armonía con la naturaleza, desdeñando casi por completo cuestiones económicas como el Producto Interior Bruto per cápita (PIB) del país: aunque el PIB sea alto, puede estar mal repartido, por ejemplo. En ese sentido, Vanuatu se presenta como la candidata ideal, porque allí apenas se conoce el estrés y la naturaleza rodea a sus habitantes.

El polo completamente opuesto a Vanuatu, si recurrimos a la literatura, sería Alifbay, aquel país de localización incierta que inventó Salman Rushdie en Haroum and the Sea of Stories (1990), en el que está la ciudad más triste del mundo: las fábricas de los barrios del norte producen tristeza que, una vez envasada, es enviada a todas las partes de la tierra; junto a la ciudad está el Mar de la Congoja, donde se puede pescar el pez taciturno, que provoca melancolía si se ingiere aunque no haya motivo para ello; la ciudad es incluso tan triste que ha olvidado su propio nombre.

La República de Vanuatu, con una población censada en julio de 2004 de 202.609 nativos melanesios y algunos europeos y asiáticos, está compuesta por 83 islas, que en su mayoría son montañosas y de clima tropical o subtropical. Fue descubriera en 1606 por el explorador hispano-portugués Pedro Fernández de Quirós, que bautizó el archipiélago con el nombre de Australia del Espíritu Santo, creyéndose que había encontrado la Terra Australis. En el siglo dieciocho, Vanuatu fue colonizada por Francia y Reino Unido y rebautizada como Nuevas Hébridas. En 1980 obtuvo la independencia. Su mayor ciudad es la capital Port Vila, situada en la isla de Éfaté. Los idiomas oficiales son el inglés, el francés y el bislama (un idioma criollo que evolucionó del inglés), además de poseer alrededor de 100 lenguas locales. Las divisiones territoriales son muy ingeniosas, pues el país se divide en seis provincias cuyos nombres son acrónimos de los nombres de las islas que las componen. Por ejemplo, la provincia de Malampa está compuesta por las islas de Malakula, Ambrym y Paama. Los escolares lo agradecerán a la hora de memorizarlas.

Vanuatu no posee ejército permanente, ha logrado preservar sus playas, su flora y su fauna; sus habitantes viven un promedio de 68,6 años. En algunos sentidos incluso es un país moderno, aunque algunas islas, como Tanna, que está poblada íntegramente por melanesios, mantienen una vida más tradicional. Las aldeas que propugnan esta clase de vida se conocen como kastom (del inglés custom, costumbre), y allí quedan prohibidos los inventos modernos, los niños no van a la escuela y los hombres se adornan la entrepierna con un falo construido por un calabacín hueco y seco y usan camisas de césped.

La idea que os quiero transmitir de Vanuatu es parecida a la que transmitían las poblaciones indígenas de Norteamérica en el siglo XVI. Una sociedad materialmente modesta pero espiritualmente plena. Los indios de aquella época estaban unidos en comunidades pequeñas, igualitarias y pacíficas. Eran tan frugales que incluso el jefe de la tribu apenas podía poseer más que una lanza y unas pocas vasijas. Con la llegada de los primeros europeos, sin embargo, los indios entraron en contacto por primera vez con el lujo, el confort y la tecnología europeos. En pocos años, los indios pasaron de vivir en armonía con la naturaleza y fomentar las relaciones entre los miembros de la tribu a anhelar joyas, alcohol, rifles, abalorios, espejos y demás posesiones materiales.

Como indica Alain de Botton en su libro Ansiedad por el estatus:

Hacia 1690, el naturalista inglés reverendo John Banister informaba de que los indios habían sido tentados lo suficiente por los tratantes como para querer < >. Dos décadas después, el viajero Robert Beverly observó que < >. Por desgracia, esas miles de cosas, a pesar de buscarse tan ardientemente, no parece que aumentaran la felicidad de los indios. (…) Los índices de suicidio y de alcoholismo se incrementaron, las comunidades se fracturaron, había facciones que luchaban entre sí por hacerse con el botín europeo. (…) Se escucharon profecías que indicaban que los indios serían exterminados si no dejaban de depender del comercio. Pero era demasiado tarde. Los indios, que no eran diferentes en su estructura psicológica del resto de los seres humanos, sucumbieron a los fáciles atractivos de las chucherías de la civilización moderna y dejaron de escuchar las calladas voces que les hablaban de los sencillos placeres comunitarios y de la belleza de los cañones vacíos durante el crepúsculo.

Sin embargo, no todo es ideal en Vanuatu. Tirando sólo un poco de la hemeroteca y sin irnos muy lejos en el tiempo, concretamente a marzo de 2007, podemos observar que Vanuatu fue declarado en estado de emergencia debido a los enfrentamientos étnicos, y sus habitantes dejaron de sonreír. Hubo muertos y heridos, la Policía Armada detuvo a más de cien personas, estallaron disturbios en las afueras de la capital. Y todo lo había provocado el simple rumor de que un hombre había asesinado a otro empleando para ello la magia negra. Si retrocedemos un poco más en el tiempo, a las 9:18 de la hora local (poco después de medianoche en España) del 8 de agosto de 2006, Vanuatu fue también víctima de la mala suerte geológica: un fuerte terremoto de magnitud 6,7 se produjo a unos 75 kilómetros de la isla de Espíritu Santo. Ningún tsunami arrasó la ciudad de Luganville, pero pudo haberlo hecho. Casi un año antes, en diciembre de 2005, uno de los más peligrosos volcanes del mundo, situado en la isla de Ambae, el Mount Manaro, entró en erupción obligando a evacuar a más de 5.000 habitantes de 15 pueblos próximos. El volcán se encuentra bajo un lago, así que el contacto del magma líquido con el agua podría producir una gran explosión, además de corrimientos de tierra que engullirían pueblos enteros. Como veis, este paraíso en la tierra también tiene sus inconvenientes.

Tras el edénico Vanuatu, en segundo lugar del HPI, se encuentra Colombia. Luego viene Costa Rica, República Dominicana, Panamá, Cuba, Honduras, Guatemala, El Salvador… en la próxima entrega de este artículo analizaremos los baremos que usan en el Índice del Planeta Feliz y otros estudios que no determinan que Vanuatu sea el lugar más feliz del mundo sino… Dinamarca.

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