Las seis mujeres que revolucionaron la programación

El mundo de la programación siempre ha tenido una veta femenina, desde sus inicios con la poeta y aficionada a la ciencia Ada Lovelace, hija de Lord Byron, cuando Charles Babbage trajinaba con los primeros diseños de su máquina analítica en el siglo XIX.

En el caso del ENIAC, la primera computadora con propósitos generales que inicialmente fue diseñada para calcular tablas de tiro de artillería para el Ejército de los Estados Unidos, los ingenieros que la construyeron fueron hombres, pero su programación (y el desarrollo de la computación moderna) fue posible gracias al esfuerzo de seis mujeres.

Cuando se estaba construyendo ENIAC en 1945, se tuvo la idea de que la máquina sirviera para muchas cosas diferentes. Realizar distintos tipos de cálculos implicaba, pues, reconectar su amasijo de cables y reconfigurar sus conmutadores.

Como la tarea parecía rutinaria y fácil, fue adjudicada a un conjunto de mujeres que habían estudiado ingeniería. Sin embargo, al poco tiempo, esas mujeres demostraron que la programación de un ordenador puede ser tan importante como el diseño de su hardware.

Las 6

Jean Jennings nació en una granja a las afueras de Alanthus Grove, en Missouri, en el seno de una familia de clase baja que daba mucha importancia a la educación. Empezó estudiando Periodismo pero, como se enemistó con su tutor, al final estudió Matemáticas. En 1945, llegó a su poder un folleto de la Universidad de Pennsylvania que buscaba mujeres, tal y como transcribe Walter Issacson en su libro Los innovadores:

Se necesitan mujeres licenciadas en matemáticas (…) Se ofrecen trabajos científicos y de ingeniería para mujeres, para los que anteriormente se prefería contratar a hombres. Este es el momento de plantearse trabajar en ciencia e ingeniería. (…) Descubrirá que la consigna, aquí como en todas partes, es “¡SE NECESITAN MUJERES!”

Cuando Jennings fue admitida, tenía solo 22 años. Al llegar a Penn, allí había alrededor de 60 mujeres trabajando con máquinas sumadoras de sobremesa. Le recibió Adele, la encargada de la contratación, tal y como recuerda Jennings:

Nunca olvidaré la primera vez que vi a Adele. Entró tranquilamente en el aula con un cigarrillo colgando de la comisura de los labios, llegó hasta una mesa, pasó una pierna por una de sus esquinas y comenzó a hablar con su acento de Brooklyn ligeramente suavizado (…) Supe que estaba muy lejos de Maryville, donde las mujeres tenían que escabullirse al invernadero para poder fumarse un cigarrillo.

Jean Jennings fue seleccionada, junto a Marlyn Wescoff (mas tarde, Meltzer), Ruth Lichterman (de casada, Teitelbaum), Betty Snyder (posteriormente, Holberton), Frances Bilas (de casada, Spence) y Kay McNulty.

Ello sucedió porque en aquella época muchas mujeres estudiaban matemáticas, y existía una gran demanda de sus conocimientos. Pero también se daba un hecho irónico: los chicos, con sus juguetitos, pensaban que la tarea más importante era el ensamblaje del hardware, y que ese era por tanto un trabajo de hombres.

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