Para los que estén en contra de los cultivos modificados genéticamente

Hay una inclinación natural a rechazar los transgénicos. Los transgénicos son el mal, suenan a mutantes, a malformaciones inenarrables, a enfermedad. Muchos de los que hogaño se oponen a los transgénicos, pues, no se diferencian demasiado de los que antaño se oponían a la electricidad, las locomotoras de vapor o los hornos microondas: todo avance técnico es tomado, al principio, como una amenaza, nunca como una ventaja: hasta hace poco, los enemigos de Internet eran tan ubicuos y feroces como los luditas que destrozaban telares mecánicos.

Mantener cierta cautela, naturalmente, es siempre más inteligente que recibir con los brazos abiertos cualquier innovación. No obstante, abjurar de una nueva tecnología sin disponer de suficiente información sobre ella puede retrasar temerariamente la implantación de esa nueva tecnología, a veces trayendo consigo el sufrimiento y la muerte de mucha gente. Sobre todo si esa actitud negacionista cuenta con poderosos administradores de los medios de comunicación, como son Green Peace o Amigos de la Tierra.

Así que vamos a intentar ofreceros una visión general de los transgénicos para que, más tarde, os podáis formar un juicio más ecuánime sobre el tema. O, en el mejor de los casos, para que os zambulláis en libros donde lo explican más extensamente. Para empezar, nada mejor que el desenfadado Los productos naturales, ¡vaya timo!, de J. M. Mulet, licenciado en Química por la Universidad de Valencia y doctor en la especialidad de Bioquímica y Biología Molecular.

Empecemos. Aunque lo de transgénico suene a laboratorio y a experimentos prohibidos por el Gobierno, todas las plantas de cultivo que nos rodean, casi por definición, están “genéticamente modificadas” desde hace siglos. Aunque de una manera un poco tosca y rudimentaria.

Por ejemplo, las zanahorias son anaranjadas por la selección de una mutación descubierta en Holanda en el siglo XVI, tal y como os expliqué en Las zanahorias son de color naranja gracias al patriotismo de Holanda. Por su parte, los plátanos son estériles e incapaces de dar semilla. El trigo posee 3 genomas diploides (dobles) enteros en cada una de sus células, los cuales descienden de tres tipos de hierba silvestre, y simplemente no puede sobrevivir como planta silvestre. Y así con muchos otros ejemplos, porque los primeros agricultores, casi sin darse cuenta, seleccionaron estas mutaciones mientras sembraban y cosechaban (mutaciones antinaturales, además, porque dependen de la intervención humana para sobrevivir).

¿Y los alimentos transgénicos que ahora se ponen en duda son iguales a esos alimentos modificados genéticamente durante siglos? Sí, salvo en una cosa: para la modificación genética moderna, se usan genes particulares y son más seguros. Para 2008, menos de 25 años después de haber sido inventadas, las plantas genéticamente modificadas ocupaban el 10 % de la tierra cultivable, 30 millones de hectáreas: “una de las más rápidas y exitosas adopciones de nuevas tecnologías en la historia de la agricultura.”

Solamente en algunas partes de Europa y África fue negada esta tecnología a agricultores y consumidores a causa de la presión de determinados ecologistas; una fuente de presión que narra así Matt Ridley, de la Universidad de Oxford:

Primero dineron que la comida podía no ser confiable. Después de un trillón de platos genéticamente modificados sin un solo caso de enfermedad humana causada por comida genéticamente modificada, ese argumento se ha desvanecido. Después argumentaron que era antinatural que los genes cruzaran la barrera de las especies. Sin embargo, el trigo, el cultivo más grande de todos, fue una fusión antinatural: “poliploide” de tres plantas silvestres, y la transferencia horizontal de genes está surgiendo en muchas plantas, como la Amborella, una planta de flores primitiva que tiene secuencias de ADN que tomó de musgos y algas. (El ADN ha sido incluso detectado saltando naturalmente de serpientes a gerbos con la ayuda de un virus). Después dijeron que las plantas genéticamente modificadas eran producidas y vendidas con fines lucrativos, no para ayudar a los agricultores. Lo mismo es cierto de los tractores. Entonces intentaron recurrir a la extravagante teoría de que los cultivos resistentes a herbicidas podrían cruzarse con plantas silvestres y resultar una “super hierba” que sería imposible de matar con ese herbicida. Todo esto provenía de las personas que desde un principio estaban en contra de los herbicidas, así que ¿qué podría ser más atractivo para ellos que declarar al herbicida como inútil?

Hay empresas que, para limpiar su imagen pública, pueden asumir los costos de las normas impuestas por la presión ejercida por ciertos sectores ecologistas. Pero los cultivos genéticamente modificados, además de conseguir ser más asequibles, también resultan ser muy beneficiosos a nivel ambiental. Por ejemplo, el uso de pesticidas está descendiendo el cualquier lugar donde se cultive algodón genéticamente modificado. Y los cultivos sin trilla están enriqueciendo el suelo donde sea que se siembre la soja tolerante al herbicida.

Las plantas resistentes a la sequía, la sal y el aluminio tóxico están ya en puerta. Habas de soja ricas en lisina podrían ser pronto comida para salmones en las granjas piscícolas, de manera que ya no sería necesario asaltar a los peces en libertad en libertad para conseguir la comida. Plantas que absorberán más eficientemente el nitrógeno, y por tanto incrementando la productividad al usar menos de la mitad de fertilizante, salvando hábitats acuáticos de la escorrentía eutrófica y a la atmósfera de un gas de efecto invernadero (el óxido nitroso) que es 300 veces más potente que el dióxido de carbono.

Todas estas hazañas serían quizá posibles sin la transferencia de genes, pero es mucho más rápido y seguro con ella.

Hasta aquí las ventajas, pero, a riesgo de resultar demagógico (cuando se habla de África y de gente que muere de hambre, resulta muy difícil no serlo), los obstáculos que imponen los grupos ecologistas no sólo retrasan el avance de la agricultura y la protección del medio ambiente, sino que impide que la comida llegue a la gente que más lo necesita. De nuevo le cedo la batuta a Matt Ridley:

Los gobiernos africanos, después de un intenso cabildeo de los activistas occidentales, han sido persuadidos para enterrar la comida genéticamente modificada en el papeleo y la burocracia, lo cual impide que sea cultivada comercialmente en todos los países, excepto tres (Sudáfrica, Burkina Faso y Egipto). En un caso muy sonado, Zambia incluso rechazó la ayuda alimentaria en medio de una hambruna en 2002, después de haber sido persuadida por una campaña integrada por grupos ecologistas, como Greenpeace Internacional y Amigos de la Tierra, que alegaban que, puesto que la comida era genéticamente modificada, podía ser peligrosa. Incluso hubo un grupo de presión que le dijo a una delegación de Zambia que los cultivos genéticamente modificados pueden causar infecciones retrovirales. Robert Paarlberg escribe que “los europeos están imponiendo los gustos de los más ricos a las poblaciones más pobres”. Ingo Potrykus, un desarrollador de arroz dorado, piensa que “la oposición generalizada a todas las comidas genéticamente modificadas es un lujo que sólo pueden darse los mimados occidentales”. O en palabras de la científica keniata Florence Wambugu: “Ustedes en los países desarrollados son libres para debatir los méritos de las comidas genéticamente modificadas, pero ¿podríamos comer primero?

Este artículo sólo es una aproximación muy superficial a este proceloso asunto, así que sólo puedo desear que os informéis convenientemente y que no dejéis arrastraros por lo que suena bien sino por lo que está científicamente validado. De la información, en este punto, como en la mayoría, depende nuestro bienestar e incluso nuestra supervivencia. Así que informaos, particularmente si pertenecéis o militáis en alguna organización ecologista. Y, por supuesto, aquí abajo tenéis los comentarios para matizar, puntualizar o incluso replicar.

Para finalizar, os dejo con una conferencia del genial J. M. Mulet en Amazings2011. Seguro que, al menos, os servirá para que os arranque alguna sonrisa.

Vía | El optimista racional de Matt Ridley

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