Los datos más extraordinarios del universo celular que nos compone

Todos estamos constituidos por un universo de células que envejecen a diferentes velocidades en función de aspectos tan sutiles como la altura a la que vivamos: debido a la dilatación temporal de resultas del tirón gravitatorio de la Tierra, envejecemos más despacio en la planta bajo de un edifico que en el ático (¿habéis visto Interestellar?), aunque sea una diferencia imperceptible.

Como organismos pluricelulares, cada uno de nosotros es una colonia de unos 100 billones de células.

Hay 230 tipos de células, que van desde las cerebrales y las sanguíneas hasta las musculares y las sexuales. Y todos estamos envueltos en una bolsa confeccionada de células cutáneas, que nos recubren como la membrana recubre a una célula individual.

Cada célula dispone de su propia copia de ADN (salvo en el caso de las células sanguíneas maduras, que carecen de núcleo). Que una célula se convierta en renal, pancreática o cutánea depende de la sección específica del ADN que se lea (o se exprese) en su caso.

Además, cada célula en sí misma presenta una complejidad abrumadora, como explica Marchus Chow en el libro El universo en tu bolsillo:

Cada una de los 100 billones de células que componen un ser humano es un micromundo tan complejo como una gran ciudad, que bulle con la incesante actividad de miles de millones de nanomáquinas. Tiene sus almacenes, sus talleres, sus centros administrativos y sus calles vibrantes de actividad y tráfico. “Hay centrales térmicas que generan la energía de la célula”, escribió el periodista estadounidense Peter Gwyne. Hay fábricas que producen proteínas, vitales unidades de intercambio de comercio químico. Hay sistemas de transporte complejos que van guiando las sustancias químicas específicas de un punto a otro de la célula y más allá de ella. Hay centinelas parapetados que controlan el mundo exterior en busca de señales de peligro. Hay ejércitos biológicos disciplinados que permanecen en guardia para luchar contra los invasores. Hay un gobierno genético centralizado que mantiene el orden.

Además de todo ello no dejamos reemplazar nuestras células. Tanto es así que, cada uno de nosotros, para reemplazarlas, debemos fabricar del orden de 300.000 millones de ellas cada día. Son números astronómicos, pero insuficientes:

Pero ni siquiera todas ellas pueden llevar a cabo la totalidad de funciones que son necesarias para nuestra supervivencia, no al menos sin la ayuda de legiones de células ajenas como procariotas, hongos y animales unicelulares (los llamados protozoos).

Las bacterias que viven en nuestro cuerpo, y se aprovechan de él, superan en número a nuestras propias células constituyentes. La proporción es de más de 10 a 1. En un solo centímetro cuadrado de nuestra piel hallaremos una media de cientos de miles de bacterias. Somos más una bacteria que un ser humano. Tenemos 25.000 genes contenidos en nuestras células, pero poseemos 20 veces más de genes no humanos procedentes de las bacterias. Somos más ellas, bacterias o microbios, que nosotros. Si es que, a estas alturas, sabemos definir que somos nosotros y ellas.

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