El misterioso caso de los abejorros que perdían el tiempo comiendo cosas que no les nutrían

A juzgar por la eficiencia que transmiten siempre los insectos, imaginar que un abejorro pueda ser un animal torpe suena raro. Pero no lo es tanto.

El problema de los abejorros es que tienen un cuerpo demasiado grande para unas alas tan pequeñas. Así, volar, representa un gasto de energía considerable. Un abejorro, pues, cuando encuentra una flor con néctar suficiente, se suele quedar descansando en esa flor para evitar malgastar más energía.

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Pero no sucede así cuando el abejorro se posa en una adelfilla del género Epilobium. Entonces no pasan más de 2 segundos en ella. Y es que la adelfilla sólo guarda unas diminutas gotas de néctar, y no merece una estancia más prolongada.

Estos cálculos efectuados por el abejorro sobre el gasto de energía y tiempo de estancia en las flores (por ejemplo, mucho tiempo en un rododendro y ni caso a los cerezos en flor) no siempre son muy buenos. Hasta el punto de que acaban palmándola.

Hace algunos años, unos biólogos alemanes notaron la presencia de un montón de ejemplares de abejorros muertos, y los encontraron justamente debajo del tan preciado tilo plateado. Este árbol, oriundo originariamente de la región de los Balcanes, es utilizado con preferencia por los jardineros para crear zonas verdes en las ciudades, ya que apenas le afectan los tóxicos medioambientales y las partes inferiores de sus hojas tienen una vellosidad tan tupida que hasta los poco selectivos pulgones han eliminado al tilo plateado de su dieta.

¿Qué provocaba la muerte masiva de abejorros? Se descartó que el árbol tuviera alguna sustancia tóxica para los abejorros, porque sólo les afectaba a ellos y no a otros insectos: una planta no puede desarrollar una sustancia capaz de causar daño únicamente a una especie de insecto.

Hasta que un grupo de investigadores de la Universidad de Münster desveló el misterio, como si fueran expertos del CSI. En los cadáveres de abejorro no había reservas de energía, como si fueran baterías agotadas. Los abejorros poseen por lo general 17 micromoles de glucosa, pero aquellos cadáveres que estaban cerca del tilo tan sólo había 7 micromoles: una cifra insuficiente para sobrevivir.

Los abejorros morían de hambre a pesar de estar rodeados de comida.

La razón es que el tilo plateado no proporciona suficiente néctar para mantener con vida a los abejorros… pero los abejorros insisten tercamente en alimentarse de ellos y perder el tiempo tontamente.

La respuesta es que las flores del tilo, en realidad, contienen mucho néctar, a razón de 0,7 miligramos por unidad. Pero los tilos plateados pertenecen a la variedad de plantas que florecen tardíamente, lo que quiere decir que no muestran todo su esplendor hasta julio. Aquí, en los parques metropolitanos de los países de Europa central, apenas se ofrecen por esa época, en el mundo de los insectos, alternativas ricas en néctar, de modo que todas las hordas se lanzan sobre el tilo plateado, a raíz de lo cual su oferta de néctar disminuye de un modo acelerado, con la consecuencia de que esa oferta alcanza para las abejas y otros artrópodos más económicos, pero no para los gruesos abejorros.

Son las servidumbres de tener un cuerpo demasiado grande cuando a tu alrededor sólo existe una oferta nutritiva equivalente a un refresco light: a la larga ya no podrás contarlo.

Vía | De focas daltónicas y alces borrachos de Jörg Zittlau

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