Cuando los científicos llegaron a Överkalix

Que la información genética se traspasa de padres a hijos es un concepto que hoy día tenemos bastante asumido. Ahora bien, ¿tiene alguna importancia cómo hayan llevado la vida los padres antes de concebir los hijos? No hablamos de las influencias dentro del útero materno, sino que la información de la vida de los padres esté escrita en el ADN que se traspasa a los hijos antes de ser concebidos. Pensábamos que no había ninguna influencia hasta que apareció en el mapa un pequeño pueblo llamado Överkalix.

Överkalix es una aldea de agricultores cerca de la frontera de Suecia con Finlandia. Era un lugar duro para criarse en el siglo XIX: el 70% de las familias tenían cinco o más hijos, de los que un 25% tenían diez o más. Eran muchas bocas para alimentar dado el suelo pobre que tenían. La meteorología del lugar hacía que los cultivos se malograran más o menos cada cinco años. La historia nos la explica Sam Kean en su libro El pulgar del violinista.

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Algunos periodos fueron absolutamente devastadores, como en 1830. ¿Cómo sabemos todo esto? Pues porque tenemos reflejados estos datos en los anales del pueblo gracias al sacerdote de la época, quien apuntó: "Nada excepcional que anotar, aunque por octavo año [consecutivo] los cultivos se han malogrado". No obstante no siempre las cosas iban mal, pues hubo épocas en que había gran abundancia de alimentos. Tantos, que incluso familias de quince miembros podían hartarse de comer. Durante las épocas de penuria, en los inviernos más duros, cuando no podía llegarse por los densos bosques, en el pueblo cortaban cuellos a cerdos y vacas para aguantar como podían. No es una historia muy diferente de otros pueblos aislados.

Aprovechando la información tan detallada que tenían, los científicos quisieron saber si la escasez de alimento de las madres embarazadas podría exponer a si hijo a problemas de salud a largo plazo. Los científicos tenían razones para creerlo, pues este mismo estudio se había hecho con unos 1.800 niños nacidos justo o después de una hambruna en Holanda debido a las ocupaciones nazis y al invierno de 1944-1945 en que los canales de aprovisionamiento se helaron y los barcos cargueros apenas podían llegar. Tras la liberación, la dieta pudo volver a ser normal.

Los científicos compararon las vidas de unos y otros y vieron que en los nacidos bajo las hambrunas había más casos de esquizofrenia, obesidad y diabetes. Era concebible que la hambruna hubiera alterado la química del útero que, a su vez, podría haber alterado la expresión de ciertos genes. Las víctimas de otras hambrunas modernas reflejaron resultados similares.

Pero Överkalix ofreció un nuevo punto de vista: se podía ver si esos efectos epigenéticos podían persistir generaciones, ya que tenían datos muy detallados de nacimientos junto a datos agrícolas. Tenía sentido pensar que había un vínculo entre la nutrición materna y la salud futura del hijo, pero una cosa que descubrieron y que a priori no tenía sentido es que había un vínculo entre la salud futura del hijo y la dieta del padre. Está claro que los padres no llevaban el futuro hijo dentro, así que ese vínculo tenía que viajar con el esperma. Y aún más extraño: la salud del niño mejoraba solamente si el padre había pasado hambre. Si habían comido en abundancia los hijos vivían menos años y sufrían más enfermedades.

La influencia resultó tan fuerte que los científicos también pudieron detectarla en el padre del padre, o sea, el abuelo. Como se afirma en el citado libro:

Los hombres que pasaron hambre acabaron casándose y reproduciéndose en distintos años, de manera que sus hijos y nietos crecieron en distinta décadas en Överkalix, unas buenas y otras malas; sin embargo, todos se beneficiaron siempre y cuando el padre o el abuelo hubieran sufrido penurias.

Queda claro que todavía nos queda mucho por descubrir.

Vía | Sam Kean, El pulgar del violinista.

Foto | Google Maps

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