Ötzi, un personaje de ‘Sexo en Nueva York’ venido de la Edad de Piedra (y II)

Vamos a hacer un inventario de lo que Ötzi llevaba consigo, tal y como os adelanté en la primera entrega de este artículo:

-Un hacha de cobre, la más antigua jamás encontrada.

-Un cuchillo de pedernal.

-Un arco.

-Flechas.

-Un carcaj.

-Dos cestas confeccionadas con corteza de abedul. Una de ellas había alojado brasas envueltas en hojas de arce, para encender hogueras.

-Una funda.

-Varias herramientas pequeñas en cuya construcción se habían empleado 18 tipos de madera.

-Un puñado de bayas.

-Un trozo de carne de íbice.

-Dos hongos esféricos del abedul, cada uno de ellos del tamaño de una nuez grande y cuidadosamente envueltos en tendones. Probablemente lo empleaba como medicina.

-Y ahora viene lo mejor: ropa y adornos. Hasta ahora apenas se conocían estos detalles de la Edad de Piedra, pero Ötzi nos permitía asistir al primer pase de modelos de 5.000 años de antigüedad. La ropa estaba hecha a partir de pieles y pelo de una variedad asombrosa de animales: ciervo común, oso, gamuza, cabra y vaca. También llevaba unas polainas de piel sujetas con tiras de cuero unidas a una correa a modo de cinturón. Un taparrabos de piel de cabra y un gorro de pelo de oso pardo. Ah, y las botas eran espectaculares, muy cómodas y de gran agarre (mejor que el caucho moderno), aunque su aspecto semejaba el de un par de nidos para pájaros sobre unas suelas de rígida piel de oso.

-Y adornos como un rectángulo de hierba tejida de casi un metro de longitud (que podría usarse como capa y también como alfombrilla para dormir).

Los seres humanos parecen diseñados para concebir cosas no esencialmente prácticas e invertir tiempo y recursos en ello. Un ejemplo todavía más extremo se remota a hace 28.000 años, durante el Paleolítico Superior. En los restos encontrados en el yacimiento de Sungir, en Rusia, perteneciente a un adulto que llevaba nada menos que 3.500 cuentas de marfil prendidas del ropaje, y en la cabeza otras 500 cuentas, y 25 dientes de zorro que adornarían un gorro. Tanto esfuerzo solo para exhibir. Seguramente también intercambiaban estos objetos inútiles. Es consumo conspicuo, como el que protagonizan las chicas de Sexo en Nueva York. Es nuestra naturaleza.

Si queréis profundizar más en las fundamentos biológicos del consumo, os recomiendo la lectura de mi artículo ¿Somos ahora más materialistas y despilfarradores que antes?

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