La revolución sexual del siglo XX la produjo la supresión de la 'Treponema pallidum'

La revolución sexual del siglo XX la produjo la supresión de la 'Treponema pallidum'
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Podríamos esgrimir incontables razones que expliquen la revolución sexual flower power que se produjo en la década de 1960, en la que se separó el placer de la procreación (salvo en casos de seguidores de cultos religiosos que dictan justo lo contrario so pena de castigo divino). Que si la pérdida de valores molares, que si el movimiento hippie contracultural, que si la música, que si los medios de comunicación, que si el desarrollo de nuevos métodos anticonceptivos como la píldora…

Sin embargo, también deberíamos tener en cuenta otra alternativa minúscula (y por tanto pasada por alto por mucha gente): la supresión de la Treponema pallidum. No estamos hablando de una suerte de parásito extraterrestre implantado en nuestro cerebro a fin de reducir nuestros impulsos sexuales, sino de la bacteria espiroqueta que es capaz de contagiarnos, vía sexual, de sífilis.

Según un estudio del economista Andrew Francis, de la Universidad de Emory (EEUU), publicado recientemente en la revista Archives of Sexual Behavior, la revolución sexual no tuvo lugar en los 60, sino en los 50, a raíz del uso generalizado de la penicilina, un antibiótico eficaz contra la sífilis, una enfermedad crónica de transmisión sexual que, hasta entonces, infundía el suficiente miedo en la población como para que ésta se pensase dos veces el comportarse licenciosamente.

Cabe recordar que sólo en estados Unidos, en 1939 (el culmen de los contagios), la sífilis acabó con la vida de 20.000 personas. Al usarse la penicilina contra la sífilis, esa prevención se redujo: la gente podía mantener relaciones sexuales sin tener miedo a morir.

Comúnmente se cree que la revolución sexual empezó con el desarrollo de actitudes permisivas de la década de 1960, derivado de la expansión de nuevos métodos anticonceptivos como la píldora.
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Probablemente, en sí misma, estamos ante una explicación en exceso reduccionista, pues los cambios sociales responden a una concatenación de hechos inextricablemente urdidos. Pero la próxima vez que hablemos de la revolución sexual deberemos añadir a la ecuación el papel protagónico de esta diminuta bacteria.

El estudio de Francis también compara el coste de la sífilis en aquellos años con el del sida en la década de 1990 y muestran un asombroso parecido: el ratio de enfermos y muertos es muy similar en el momento cumbre de ambas enfermedades, 1939 y 1995. A juzgar por el autor, este paralelismo debe servir para adelantarse a las posibles implicaciones que el frenazo al VIH puede significar en el presente en las sociedades desarrolladas.

Aunque generalmente se atribuye a Alexander Fleming el descubrimiento de la penicilina, muchas épocas y culturas diferentes llegaron mediante la observación y la experiencia a conocer y emplear las propiedades bactericidas de los mohos. El descubrimiento de la penicilina según Fleming ocurrió en la mañana del viernes 28 de septiembre de 1928, cuando estaba estudiando cultivos bacterianos de Staphylococcus aureus en el sótano del laboratorio del Hospital St. Mary en Londres, situado en el Ala Clarence, ahora parte del Imperial College.

Vía | Yorokobu

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