No importa si no entiendes la evolución para creer en ella

No importa si no entiendes la evolución para creer en ella
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La evolución es, en esencia, una idea muy sencilla, pero también reviste una complejidad enorme sencillamente porque nuestro cerebro no está predispuesto a entenderla (básicamente porque es incapaz de asimilar grandes cantidades de números: años, elementos, interacciones, etc.

Sin embargo, si la evolución no se comprende en profundidad, entonces es tan fácil que creas que la evolución tiene sentido como que no lo tiene. Y al final creerás en ellas por cuestión de fe.

Cuestión de fe

La idea clave de que la evolución consiste en cambios en la proporción de una población con rasgos adaptativos más que en una transformación de la población con el fin de que sus rasgos sean más adaptativos es sobre la que estriba que haya personas que no entiendan realmente cómo funciona la evolución.

Sin embargo, estos matices en la comprensión fina del funcionamiento de la evolución no son óbice ni cortapisa para que, dado un ejemplo básico, una persona acepte como válida la evolución. Pero también sucede al contrario.

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Como la comprensión de la evolución normalmente es superficial, entonces la gente cree o desconfía de ella también por motivos superficiales. La gente puede creer en la evolución sin comprenderla, ya viceversa, tal y como señala Steven Pinker en su libro En defensa de la Ilustración:

En la década de 1980, varios biólogos salieron trasquilados cuando aceptaron invitaciones para debatir con creacionistas que resultaron no ser paletos fanáticos de la Biblia, sino litigantes bien informados que citaban investigaciones punteras para sembrar la incertidumbre acerca de la completitud de la ciencia.

De igual modo, la inclinación a creer o no en la evolución no depende tanto de la comprensión que tengamos de ella como de nuestras creencias religiosas.

Si el proceso evolutivo se explica de forma abstracta, desligado de frases del tipo "según la teoría de la evolución", tanto las personas religiosas como no religiosas responden lo mismo. Si se añade que se está abordando la teoría de la evolución, entonces el sesgo en la respuesta es tan marcado que, finalmente, el test es más bien un test de religiosidad que de cultura científica.

Así pues, hacer entender la teoría de la evolución a las personas no pasa tanto por ser más pedagógicos, ni por ofrecer más quintales de información, como de sortear esos los sesgos culturales que impiden aceptar determinadas afirmaciones. No se trata de dar más información, sino de aprender a darla correctamente. Porque las personas afirman o niegan estas y otras ideas no tanto para expresar lo que saben, como para expresar quienes son.

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