¿Los bebés no olvidan que algo existe cuando no lo ven?

¿Los bebés no olvidan que algo existe cuando no lo ven?
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Si echamos un vistazo a cualquier texto de psicología del desarrollo que tenga algunos años descubriremos que los bebés de 8 meses de edad todavía no se dan cuenta de que los objetos continúan existiendo tras haber desaparecido de su campo visual.

Carecen de lo que se llama “permanencia de objetos.”

Sin embargo, las principales pruebas de esta afirmación derivaban de los experimentos de Jean Piaget, considerado generalmente como el padre del desarrollo cognitivo, que estudió a fondo a sus propios hijos.

Una de las pruebas que Piaget le hizo a sus hijos fue enseñarles un juguete interesante para luego ver cómo respondían si se lo ocultaba bajo una manta.

Cuando su hija Lucienne contaba ocho mese de edad, Piaget le mostró una cigüeña de juguete y le dejó que la cogiera y la agitara. Lucienne estaba claramente entusiasmada con la cigüeña. Sin embargo, cuando Piaget la escondió, la niña dejó de prestar atención al juguete.

A raíz de estas observaciones, otros científicos repitieron los resultados. No obstante, una serie de experimentos más recientes han echado por tierra esta teoría. Uno de los primeros, conocido como estudio “del puente levadizo”, fue llevado a cabo en 1985 por los psicólogos Renée Baillargeon, Elizabeth Spelke y Stanley Wasserman.

Bajo la idea de que los bebés prestan más atención a cosas inesperadas, idearon un experimento en el que los niños sólo tenían que mirar, no hacía falta que tocaran nada con las manos. Los bebés de 5 meses sólo miraban una especie de puente levadizo subir y bajar, una y otra vez, hasta que se aburrían.

Entonces, los experimentadores situaban una caja tras el puente, justo en su recorrido, y volvían a mover el puente, arriba y abajo.

Cada vez que éste se alzaba, la caja iba quedando gradualmente oculta. El test consistía en ver si a los niños les importaba si el puente levadizo hacía ahora lo mismo que antes y completaba su rotación de 180º (algo aparentemente imposible, habida cuenta de que la caja estorbaría), o si esperaban que el puente se detuviera cuando tocara la caja (un suceso “posible”). Para un adulto, el primer suceso “imposible” es sorprendente, evocador de un truco de magia, y el posterior suceso “posible” apenas merece su atención. Baillargeon y sus colaboradores descubrieron que también los niños de cinco meses quedaban “sorprendidos” por el hecho imposible, mirándolo más rato que al “posible”.

Así pues, con un experimento más perfeccionado, se sugirió que los bebés sabían que la caja estaba allí incluso cuando el puente levadizo se alzaba y la ocultaba.

Docenas de experimentos posteriores con distintos métodos han llegado a las mismas conclusiones: mucho antes de los 8 meses de edad, los bebés esperan que un objeto oculto continúe existiendo.

Por ejemplo, la psicóloga Karen Wynn reveló que los bebés de cinco meses podían estar al tanto de cuántos Mickey Mouse de juguete habían sido colocados en un teatro de marionetas, aunque algunos estuvieran escondidos tras una pantalla que se alzara desde el suelo del escenario.

Vía | El nacimiento de la mente de Gary Marcus

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