Cuando se creía que el mundo no era ni plano ni esférico, sino cilíndrico

Cuando se creía que el mundo no era ni plano ni esférico, sino cilíndrico
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Si el otro día os hablaba de 10 razones que probaban que la Tierra es esférica (y que aún hay gente que intenta demostrar que es plana, como en Mundodisco), no puedo dejarme en el tintero la loca teoría del filósofo presocrático griego Anaximandro (610-546 a. C.), que está considerado como el primer científico de la historia.

Según este protocientífico, la Tierra tenía forma de cilindro.

El mundo habitado estaba arriba, rodeado por un océano circular. El resto del universo comprendía supuestamente una serie de ruedas concéntricas vacías llenas de fuego, y los cuerpos celestes era lo que se podía contemplar de este fuego a través de los aguajeros en el borde de las ruedas.

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Según Ian Crafton en Historia de la ciencia sin los trozos aburridos, Anaximandro fue todo un pionero científico, a pesar de que teoría inconsistente del mundo cilíndrico, pues entre otras cosas:

dibujó uno de los primeros mapas del mundo, que mostraba Europa, Asia y Libia (África) agrupadas alrededor del mar Mediterráneo, y rodeadas por océano. También propuso, correctamente, que la Tierra pende del espacio.

En lo del cilindro, sin embargo, patinó bastante, como también lo hizo en su momento Aristóteles en otras áreas científicas. Pero Aristóteles, a diferencia de Anaximandro, no andaba errado en la forma de la Tierra.

Aunque Pitágroras, en el siglo VI a.C. había declarado, desde el punto de vista estético, que todos los objetos celestes eran esféricos, fue Aristóteles quien, por estas fechas, encontró pruebas empíricas de una Tierra esférica, señalando que, cuanto más al sur se viaja, más se elevan las constelaciones australes por encima del horizonte.

También hizo notar que la sombra de la Tierra sobre la Luna durante los eclipses lunares era siempre circular, independientemente de lo alta que estuviera la Luna: sólo una esfera produce una sombra circular en cualquier dirección.

Años más tarde, Eratóstenes calculó la circunferencia de la Tierra con bastante exactitud. Y en el siglo I, Plinio el Viejo llegó a la conclusión de que la mayoría estaban de acuerdo con que la Tierra era una esfera.

Así pues, la idea de que la mayor parte de la gente educada en la Europa medieval creyó que la tierra era plana hasta la época de Colón es errónea, en gran parte un error alimentado por Washington Irving en su libro The Life and Voyages of Christopher Columbus.

Un renacimiento de la teoría de la Tierra plana tuvo lugar en el siglo XIX, cuando el inventor inglés Samuel Rowbotham (1816-1884) publicó Earth Not a Globe, basado en su interpretación de varios pasajes bíblicos. Las enseñanzas de Rowbotham inspiraron a otro inglés, Samuel Shelton, para fundar la Sociedad de la Tierra Plana en 1956.
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