Cada vez estamos más tiempo en el restaurante. ¿Quién es el responsable?

Cada vez estamos más tiempo en el restaurante. ¿Quién es el responsable?
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El tiempo que necesitamos para empezar y terminar una comida en un restaurante está aumentando cada vez más. Y la razón nada tiene que ver con que hayamos adoptado la buena costumbre de relajarnos al comer y hacerlo lentamente, masticando cada porción pequeña un número razonable de veces, y haya ahuyentado por fin el estrés laboral.

La razón de que invirtamos más tiempo en un restaurante es mucho más baaladí: nuestro smartphone.

Tiempo de abstracción móvil

Según explica Martin Lindstrom en su libro Small Data, el tiempo que un comensal pasaba en la mesa en el año 2004, al menos en un restaurante neoyorquino, era de una meda de 65 minutos. En el año 2014, sin embargo, el tiempo medio ascendió a 1 hora y 50 minutos. Y tambien hay otros tiempos en otros detalles del año 2004:

El grupo de muestra pasaba una media de ocho minutos decidiendo qué pedir. Los aperitivos y entrantes que pedían les eran servidos en seis minutos. Dos de los cuarenta y cinco clientes mandaron comida de vuelta a la cocina quejándose de que estaba demasiado fría. El comensal medio se iba cinco minutos después de pagar la cuenta.

Nosedive

Sin embargo, en el año 2014, una década después, la cosa era así:

Dieciocho de cuarenta y cinco clientes que entran en un restaurante preguntan si les pueden sentar en otro lado. Desde ese momento, sus vidas digitales toman el control. Los comensales sacan sus teléfonos y tratan de conectarse con el WiFi más cercano. Buscando información o comprueban si alguien pinchó un "me gusta" en su última actualización de Facebook, que es el motivo por el que cuando el camarero les pregunta si están listos para pedir, la mayoría responde que necesitan más tiempo. Veintiún minutos más tarde están listos para ordenar. Veintiséis de ellos emplean hasta tres minutos tomando fotos de su comida. Catorce se sacan fotos comiendo, y si las fotos son borrosas o poco favorecedoras, las vuelven a tomar.

Toda esta descripción se parece pavorosamente al primer capítulo de la temporada tres de Black Mirror, Nosedive, en el que la vida digital es la forma idónea de obtener reputación y visibilidad social, y la vida real ha pasado a un segundo plano. Pero, lejos de consejos morales más o menos acertados, la verdad es que la inclusión en la vida digital está modificando nuestros hábitos hasta niveles insospechados.

Por ejemplo, a la hora de pagar la cuenta, el comensal medio pasa veinte minutos toqueteando el móvil antes de abandonar el restaurante, frente a los cinco minutos que pasaba en el año 2004. Y al salir en el año 2014, ocho comensales de los cuarenta y cinco clientes del restaurante estarán tan distraídos en sus pantallas que chocarán con otro comensal, un camarero, una mesa o una silla.

Estos cambios se han producido en solo una década. ¿Qué cambios se avecinan dentro de otros diez o veinte años?

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