¿Es mejor contagiarse de la varicela de niño para evitar contagiarse de adulto?

¿Es mejor contagiarse de la varicela de niño para evitar contagiarse de adulto?
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Contraer determinadas enfermedades de adulto puede ser más gravoso que hacerlo de niño. Por ejemplo, las paperas pueden dejarte estéril; la varicela puede desembocar en hepatitis o neumonía; y el sarampión puede causar encefalitis. Pero ¿hasta qué punto es razonable propiciar el contagio de tales enfermedades en los niños a fin de que no lo hagan de adultos?

La varicela, conocida científicamente como el virus de la varicela zoster, es una enfermedad altamente contagiosa que en gran medida ataca a los niños. Sin embargo, los adultos sin inmunidad también pueden ser infectados con el virus. Una vez que el ciclo de la enfermedad termina, la reacción típica del individuo es que adquiere inmunidad permanente dejando de ser susceptible al contagio más adelante en la vida.

Antes de la aparición de las vacunas, esta estrategia (contraer la enfermedad de pequeño) podía tener cierta lógica, aunque en busca de esta inmunidad también tenían lugar muchas muertes infantiles. No obstante, hoy en día resulta una estrategia irresponsable.

El problema es que muchos padres están en contra de las vacunas, a pesar de que no existen evidencias de que sean perjudiciales. En pleno siglo XXI, algunos de estos padres incluso participan en las llamadas “fiestas de la varicela”, que propician la infección de la misma en sus hijos. Incluso algunos padres han ido más allá, tal y como explica Ken Jennings en Manual para padres quisquillosos:

En 2011 saltó la noticia de que existía una red de padres en Estados Unidos que recurrían a un grupo de Facebook para intercambiar y vender piruletas que hubieran sido chupadas por niños con varicela. Las autoridades vieron con malos ojos ese caso de “bioterrorismo al estilo Jenny McCarthy”, y señalaron que enviar virus por correo constituye un delito grave, y que comprar fluidos corporales contaminados de un perfecto desconocido es, cuando menos, una mala idea.

Antivacunas

A principios de 1990, solo en Estados Unidos morían 100 personas como consecuencia de la varicela. La cifra se redujo a catorce en 2007. Hasta ahora, ni una sola muerte se ha podido atribuir a la vacunación. Todo parece indicar que la vacuna de la varicela, pues, resulta más eficaz de que inmunidad natural.

Por ello, también, el sarampión y la rubeola, que ya se consideraban enfermedades casi erradicadas, vuelven a estar en la picota. La enfermedad crece en España ayudada por grupos que no vacunan a sus hijos por ideología: los 1.300 casos de 2011 multiplican por cinco los de 2010. Los que se niegan a vacunar a sus hijos no son solo población marginal o intelectualmente pobre: también son familias bien formadas que secundan estilos de vida pretendidamente naturalistas y que rechazan los productos de la industria farmacéutica como gesto de militancia.

La publicación en 1998 de un artículo científico que vinculaba la triple vírica con el autismo provocó un descenso de la tasa de cobertura de la vacuna por debajo del 80% en 2004. Aunque la propia revista The Lancet, una de las más reputadas en el mundo científico, retiró el artículo porque el autor había falseado datos, los activistas lo siguen citando para alertar contra las vacunas.

Si queréis leer el último caso de fiebre antivacunas, tal vez os interese echar un vistazo al artículo de Materia en el que se denuncia el caso de monja y médico Teresa Forcades.

La primera vacuna de la historia fue descubierta por el médico rural inglés Edgard Jenner en 1796 y servía para combatir la viruela. La idea se le ocurrió cuando, en su pueblo, vio cómo las recolectoras de leche eran contagiadas de una especie de viruela vacuna por estar siempre en contacto con estos animales. Una variante de la viruela humana que resultaba menos mortífera y, por tanto, inmunizaba a las granjeras ante la viruela humana. Cuando Louis Pasteur desarrolla un experimento con una vacuna antiantráxica en carneros y vacas, introduce el término de vacuna, que procede del latín vacca (vaca), a fin de homenajear a su predecesor, Jenner.

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