Los 10 experimentos científicos más crueles de la historia (II)

Los 10 experimentos científicos más crueles de la historia (II)
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4 ESTUDIANDO EL DISGUSTO

En 1924 Carney Landis, de la Universidad de Minnesota, quiso investigar las expresiones faciales de disgusto. Para ello dibujó líneas en las caras de los voluntarios con un corcho quemado antes de pedirles que olieran amoníaco, que escucharan jazz, que vieran material pornográfico o que metieran la mano en un cubo lleno de sapos.

La mayoría aceptó (no sin pasarlo realmente mal), evidenciando lo fácil que resulta que mucha gente acate la autoridad.

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5 RESUCITANDO A LOS MUERTOS

Antes de que se pusieran de moda los zombis, Robert Cornish, de la Universidad de Carlifornia, tenía el propósito de revivir a un muerto inyectándole adrenalina y anticoagulantes mientras lo giraba en una rueda con el objetivo de hacerle circular la sangre.

Como Cornish había tenido supuestos éxitos experimentando con perros estrangulados, consiguió un prisionero condenado a muerte, Thomas McMonigle, que aceptó ser su conejillo de indias. El estado de California, sin embargo, le negó el permiso a Cornish, por miedo a que tuviesen que liberar a McMonigle si la técnica daba sus frutos.

6 COMERSE LAS UÑAS SUBLIMINALMENTE

En 1942, Lawrence LeShan intentó influenciar a un grupo de jóvenes de forma subliminal para que dejasen de comerse las uñas. Podría funcionar, pues yo usaba esa estrategia para aprender la lección del día siguiente en el colegio.

El problema es que el tocadiscos se escacharró después de tantas horas y LeShan tuvo que continuar repitiendo personalmente el mensaje, que era tal que así: Mis uñas saben terriblemente amargas.

El 40 % de los niños dejó de comerse las uñas, aunque se rumorea que fue para que el "científico loco" dejara de molestarles.

7 LOS PAVOS SEXUALES

Martin Schein y Edgar Hale, de la Universidad de Pennsylvania, se dedicaban a estudiar el comportamiento sexual de los pavos en 1960. Su descubrimiento fue que los pavos no eran demasiado exigentes.

Es a la conclusión que llegaron mediante el siguiente método: fueron cortan trozos de un pavo hembra, cachito a cachito, para ver cuando el pavo macho perdía interés por la hembra. Y claro, los machos siguieron excitándose incluso cuando de la hembra sólo quedaba la cabeza ensartada en un palo.

Vía | EspacioCiencia

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