Ese punto ciego que tenemos en el ojo pero que nadie se da cuenta de él y otros apagones visuales

Ese punto ciego que tenemos en el ojo pero que nadie se da cuenta de él y otros apagones visuales
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En nuestra retina hay un punto ciego, es decir, una zona por la que no vemos nada, un vacío permanente en la visión de la escena. Es un punto que todo el mundo tiene, por mucha vista de águila que asegure tener. Es un punto ciego del que nadie es consciente.

No es lo único que dejamos de ver cuando miramos. De hecho, cada poco tiempo dejamos de verlo todo, porque hay una suerte de apagones de visión que tienen lugar cada vez que hacemos un movimiento sacádico con los ojos.

Estos movimientos, de unos tres o cuatro cada segundo, son frecuentes y necesarios, porque es solamente la parte “foveal” central de su retina la que está equipado con suficientes células fotosensibles para proporcionarnos una gran agudeza visual. Tal y como explica Christian Jarrett en su libro Grandes mitos del cerebro:

El apagón visual que se produce durante cada uno de estos movimientos se conoce como “supresión sacádica” e impide que la escena se desdibuje cada vez que cambiamos rápidamente la dirección de nuestra mirada. Es maravilloso que podamos olvidarnos de estos frecuentes apagones, y el fenómeno proporciona un ejemplo más de la diferencia entre nuestra experiencia en primera persona y la realidad.

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Para que no advirtamos de este montaje que se produce entre bambalinas de nuestra consciencia, nuestro cerebro parece anticiparse a nuestra sensación subjetiva de cuánto tiempo están los objetos en su sitio actual.

Por ejemplo, si miramos un sitio concreto de una estancia, hacina donde se encuentra una lámpara, el cerebro tiene en cuenta la pérdida temporal de input visual asumiendo que la lámpara estaba en su posición actual, no solo desde el momento en que los ojos se pusieron encima de ella, sino también durante el apagón.

Algunos expertos creen que este proceso es responsable de una experiencia ilusoria conocida como el “efecto del reloj parado”. Esto se da cuando miramos la segunda manecilla de un reloj analógico (o el contador de los segundos de un reloj digital) y nos parece que tarda mucho en moverse o cambiar, casi como si se hubiese parado.

Este fenómeno del reloj parado en particular fue estudiado por Keilan Yarrow y sus colegas del UCL y de la Universidad de Oxford en un estudio publicado en el año 2001. Y no son los únicos impedimentos de nuestra habilidad para percibir el mundo tal y como es.

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