Nuestro cerebro no sabe discutir, o los argumentos más tontos del mundo

Nuestro cerebro no sabe discutir, o los argumentos más tontos del mundo
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Una de las asunciones más tristes que uno debe aceptar a poco que estudie cómo funciona el cerebro es que éste no fue diseñado necesariamente para ser lógico, racional, objetivo y equidistante. Más bien al contrario.

Es algo que podemos comprobar continuamente en cualquier tertulia televisiva, donde la emoción, el share y la falta de tiempo propician que el cerebro aún funcione peor de lo que lo hace generalmente. También lo podemos observar en los comentarios de muchos blogs, que generalmente desprenden bilis, o la demostración empírica de que no se ha leído el texto con atención, en el mejor de los casos, o directamente no se entiende lo que se lee, en el peor (nada del otro mundo habida cuenta el reciente informe de comprensión lectora).

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Como señala Gary Marcus en su libro Kluge, nuestro cerebro, más bien, es un órgano jalonado de parches evolutivos. Así que, incluso habiendo leído con sosiego un texto, habiéndolo reflexionado, habiendo madurado la respuesta, y habiéndola escrito con meticulosidad, borrando y reelaborando las partes más débiles, incluso así mucha gente (todos, en realidad, según el momento) tropieza en alguna falacia lógica.

Del grupo de falacias lógicas más comunes, seguramente las siguientes son las más frecuentes, además de ser, irónicamente, las más estúpidas y obvias. Podremos dedicar años y años a rebatirlas una a una, a escribir artículos como éste, donde las exponemos claramente, incluso podrán ser ridiculizadas en miles de libros… pero la gente, la mayoría (todos, en realidad), tropezaremos en ellas, una y otra vez, una y otra vez. El top6 de falacias es el siguiente:

Tertulia
  1. Argumento de popularidad: “Millones de personas creen esto, ergo es cierto”. O dicho del modo más popular, millones de moscas no pueden equivocarse: coman mierda, señores.

  2. Argumento de autoridad: “Altas dosis de vitamina C protegen del resfriado. Lo dijo Linus Pauling, que ganó dos veces el Premio Nobel.” La afirmación es errónea, la vitamina C no previene el resfriado, y además es constituye un perfecto ejemplo de falacia lógica. Este argumento tiene muchas formas, incluso puede articularse a la inversa: “como no eres un experto o no tienes formación académica sobre psicoterapia transpersonal, entonces no tienes razón.”

  3. Ejemplo de Galileo: “También se rieron de Galileo por sus opiniones, pero hoy se considera uno de los grandes sabios.” Esto puede ser cierto, pero no por ello hemos de hacerlo extensible a la idea objeto de análisis: todos los que presenten ideas estrambóticas y son ridiculizados por ello no se convertirán necesariamente en revolucionarios de la ciencia.

4 Ejemplo de Hitler: esto propio de nazis, esto es propio de Hitler. Siempre que afirmemos algo que podría haberlo sostenido también Hitler, nos pueden acusar de ser como Hitler. Por supuesto, sirven otros personajes paradigmáticamente maléficos como Goebbels: el propio canciller Helmut Kohl, en 1986, en una entrevista con la revista Newseek sobre el dirigente soviético Gorbachov, dijo lo siguiente: “Es un líder comunista moderno… que sabe bastante de relaciones públicas. Goebbels también estaba versado en relaciones públicas. Hay que poner los puntos sobre las íes”. Una divertida derivada de esta falacia es la ley de Godwin: "A medida que una discusión online se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis, tiende a uno".

Hitler emocionado

5 Antecedentes: esta falacia lógica es tan común que creo que nadie ha estado a salvo de cometerla alguna vez en su vida adulta, tal y como lo explica Christoph Drösser en su libro La seducción de la lógica:

en este caso se utiliza un detalle de la biografía del adversario o un rasgo de su personalidad que no tiene nada que ver con la cuestión debatida para desacreditar su punto de vista. “Al señor X le condenaron una vez por exceso de velocidad, por eso su postura sobre la defensa del medio ambiente no merece ninguna confianza.” En EEUU se seleccionan los candidatos a las elecciones presidenciales sobre todo a la luz de su vida sexual, y quien tenga un pasado agitado o fuera de lo común en este terreno está condenado al fracaso.

6 Argumento de tradición: todo lo antiguo es bueno, todo lo que lleva haciéndose durante años, décadas o siglos es bueno, un libro que lleva vendiéndose desde hace siglos es bueno, si lo hacía la abuela es bueno, etc. Una extensión de este argumento es el sofistma naturalista: “Todo lo “natural” es bueno; lo artificial es malo”.

Bonus Track Y tú también: esta falacia lógica tengo que incluirla porque, a pesar de ser sumamente infantil (“y tú también”), me la han repetido muchísimas veces a lo largo de mi vida. Se puede disfrazar de falta de coherencia, o de no predicar con el ejemplo. Es decir, que si yo afirmo ser partidario de una alimentación vegetariana, pueden argüirme que un día comí pollo asado o que llevo una chaqueta de piel. La credibilidad de un argumento nunca puede ponerse en entredicho en base a lo que uno hace en su vida personal el que vierte el argumento, ni siquiera si hace un tiempo creía justo lo contrario: los argumentos deben rebatirse con otros argumentos, como si las personas que los emiten no existieran.

Bonus Track Special Science Blog: este argumento suele proliferar particularmente en los blogs de divulgación científica y adopta múltiples formas que estriban, en esencia, en la misma premisa: “lo que has escrito me ofende”. Particularmente, a mí nada me ofende (y para determinados límites de escarnio público me ampara el código civil), si acaso hay una cosa que sí que me ofende: que alguien afirme que algo le ofende, con la instrucción tácita de que debe censurarse. Como dijo hace poco en su twitter Ricky Gervais, que algo te ofende no significa necesariamente que sea correcto o equivocado, sólo pone en evidencia tu barómetro emocional. Como he señalado, esta clase de argumento también se disfraza con ropajes del tipo “esto que has escrito no se corresponde con un blog de ciencia”, “esto no es ciencia”, “sólo escribes basura, no me extraña que escribas X”, y un largo etcétera.

Generalmente, tales críticas o recomendaciones nunca van acompañadas de alternativas, consejos constructivos o cierto grado de humildad: el crítico siempre sabe más que el redactor acerca de la línea editorial del blog, de la acepción de ciencia, de lo que gusta o no gusta a la mayoría, e incluso del número de lectores que tiene el blog. También suele ocurrir que si él hace ese comentario seguramente hay mucha gente que opina como él, generalmente la mayoría; idea que se solidifica si otro comenta en la misma línea (ya son 2 o 3, y por tanto estadísticamente son mayoría, a su juicio). El consejo perdonavidas “haz esto y te irá mejor en la vida”, pues, probablemente esconde una ofensa tácita presente o pasada, o tal vez algún oscuro acicate emocional. Consejo, si uno no quiere discutir por deporte: “ladran, luego cabalgamos”. Podéis leer más al respecto en ¿Por qué hay algunos comentaristas tan agresivos en Genciencia?

Naturalmente, los comentarios de aquí abajo están para señalar, enmendar, construir, mejorar, discutir, entablar y lo que uno estime oportuno, y frente a todo ello siempre he de admitir que aprendo tanto recabando información para escribir estos artículos como leyendo vuestros comentarios. Con excepción de los que se engloban en el Bonus Track Special Science Blog, claro.

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