La solidaridad que ejercemos con Nosotros y con Ellos

La solidaridad que ejercemos con Nosotros y con Ellos
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Diversos experimentos sociales sugieren que las personas tienden a la cooperación. Sin embargo, esta tendencia es mucho mayor si tiene lugar en un grupo que el individuo considera afín, que por alguna razón considera que está compuesto por semejantes.

En tales circunstancias, ni siquiera es necesario que los componentes del grupo se comuniquen entre sí, se impongan recompensas o castigos. Las personas, sencillamente, se dejan llevar por un, hasta cierto punto, inquebrantable deseo emocional de cooperar.

A diferencia de la empatía, la solidaridad suele acarrear no solo un “nosotros”, sino también un “ellos”. Y en función de a qué grupo pertenezcan las demás personas, las trataremos de una u otra forma.

Para demostrar hasta qué punto hay un poderoso sesgo endogrupal a la hora de desplegar nuestra cooperación y nuestra solidaridad, los psicólogos Elizabeth Phelps y Mahzarin Banaji mostraron a un grupo de personas diversas fotografías de personas, tanto de norteamericanos blancos como negros.

Las zonas cerebrales asociadas al miedo, tanto en blancos como en negros, se activaban al contemplar las fotos de los miembros de otra raza, habida cuenta de que en Estados Unidos continúan produciéndose problemas en la relación entre blancos y negros.

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Tal y como abunda Yochai Benkler en su libro El Pingüino y el Leviatán a propósito de cómo sentimos solidaridad:

Al mismo tiempo, sería un error pensar que la identidad y la conducta colectiva se basan en odiar al otro. A nivel nacional, la dinámica de grupo juega un papel enormemente importante a la hora de justificar y respaldar las donaciones y la redistribución de la riqueza (como el bienestar y la beneficencia), así como contribuciones considerables al bienestar colectivo (como el voluntariado en las escuelas de zonas deprimidas o en el ejército). Incluso los países que muestran más generosidad en la ayuda exterior son infinitamente más generosos con sus ciudadanos pobres que con quienes se encuentran en lugares remotos, aun cuando las necesidades de éstos sean mucho más acuciantes. La solidaridad es, por lo tanto, una poderosa fuerza tanto para el bien como para el mal, nos guste o no.

Sea como fuere, al menos este funcionamiento inconsciente de nuestra solidaridad nos permite también identificarnos simultáneamente con más de un grupo, o incluso cambiar de afiliación si se modifican las condiciones con el transcurrir del tiempo.

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