Cómo nuestro cerebro interpreta lo que ve

Cómo nuestro cerebro interpreta lo que ve
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Cuando observamos algo, ¿lo hacemos como una cámara fotográfica? Pues parece ser que no. Nuestro cerebro interpreta algunas cosas de forma consciente y otras de forma inconsciente. De este segundo tipo, una de las funciones más importantes es precisamente el procesamiento de los datos enviados por los ojos. La razón de ello es que, ya sea cazando o recolectando, un animal que ve mejor come mejor y evita mejor los peligros, y por lo tanto vive más. En consecuencia, la evolución ha dispuesto las cosas de modo que aproximadamente un tercio del cerebro se dedica a procesar la visión: a interpretar le color, a detectar fronteras y movimientos, a percibir la profundidad y distancia, a decidir la identidad de los objetos, a reconocer caras y a otras muchas tareas. Todo esto se desarrolla fuera de nuestra conciencia y luego el resultado se le ofrece a la mente consciente en un informe conciso. Así nos lo explica el físico Leonard Mlodinow en su libro Subliminal

Hay dos casos que lo ilustran. Uno es el paciente conocido como TN, un médico que sufrió un ictus en 2004 que anuló el lado izquierdo de una parte de su cerebro conocida como corteza visual. Pero, aun con aquel ictus, todavía podía ver la mitad de u campo de visión. Pero por desgracia para él, esta situación duró solo 32 días, pues pasado ese tiempo se produjo una hemorragia que, por pura casualidad, afectó casi exactamente a la imagen especular de la primera región del cerebro a la que había afectado.

Como consecuencia, TN quedó ciego. A algunos ciegos les queda un poco de visión residual que les permite distinguir, por ejemplo, entre claridad y oscuridad. No era el caso de TN. Aunque su parte óptica era totalmente funcional, su corteza visual no tenía la capacidad de interpretar la información. De hecho, lo confirmaron haciendo un examen de su lóbulo occipital: sus áreas visuales habían dejado de funcionar. Y así estaba en el hospital cuando un grupo de doctores e investigadores fueron a buscarlo.

Le hicieron 3 pruebas. La primera fue que distinguiera ciertas imágenes que le iban pasando en un ordenador. Los aciertos fueron del 50%, o sea, que acertó la mitad, que es lo mismo que decir que no acertó nada. Luego le hicieron una segunda prueba: le fueron pasando rostros felices y enfadados. El juego era el mismo: intentar adivinar lo que le ponían delante; pero identificar la expresión de una persona es una tarea muy distinta a identificar formas. Evolutivamente hablando, los rostros desempeñan un papel fundamental en el comportamiento humano. Esta vez, los aciertos fueron casi dos tercios de las veces, y no la mitad. Su área facial fusiforme seguía funcionando y recibiendo información, por lo que condicionaba las repuestas de TN sin que él mismo lo supiera.

Lo increíble fue cuando le propusieron observarlo mientras pasaba por un pasillo lleno de obstáculos. Al principio, se negó, pero le dijeron que le pondrían una persona que le seguiría de cerca por si caía. Pues bien, TN no tropezó con un solo obstáculo. Cuando le preguntaron cómo lo había hecho, no fue capaz de dar una explicación. No fue la primera vez que se vio que la visión se produce a través de múltiples vías. Las guerras dan un montón de sujetos para ver estas cosas y, sobre todo, so los cascos no cubrían bien la parte de atrás, como pasaba a los ingleses. Además, predominaba la guerra de trincheras, en la que se tenía todo el cuerpo protegido por tierra sólida salvo la cabeza, que debía sobresalir por encima de la línea de fuego. El 25% de las heridas de esa guerra fueron en la cabeza y muchas de ellas el el lóbulo occipital y cerebelo.

Hoy día, una bala nos atravesaría sin problemas, pero por aquella época, las balas eran más lentas y los daños más moderados. Solían practicar túneles limpios en la sustancia gris sin perturbar demasiado el tejido circundante, por lo que había víctimas que sobrevivían. Un médico japonés llegó a trabajar en la guerra ruso-japonesa diseñando métodos para reseñar de forma precisa los daños internos del cerebro por los orificios de las balas y así poder calcular las pensiones de aquellos soldados heridos.

Lo interesante fue que en 1917 un médico del ejército británico llamado George Riddoch tuvo como paciente al teniente coronel T., a quien una bala había atravesado el lóbulo occipital derecho. El teniente coronel siguió conduciendo a sus hombres quitando importancia al asunto hasta que al cabo de 15 minutos quedó inconsciente. Despertó once días más tarde en un hospital de la India. Durante la cena se dio cuenta que tenia problemas para ver los trozos de carne del lado izquierdo del plato. Lo trasladaron a un hospital de Inglaterra donde determinaron que era totalmente ciego del lado izquierdo.

Pero había una excepción: era capaz de detectar el movimiento en ese mismo lado. O sea, no podía ver en el sentido habitual, no captaba formas ni color; pero podía saber si algo se estaba moviendo. Además, era una sensación molesta, sobre todo, cuando viajaba en tren y percibía que algo se movía, pero no podía ver nada.

Aunque no había sido un caso de visión ciega, como el paciente TN, se abrió el camino a poder afirmar que la visión es un efecto acumulado de información que va por muchas vías, tanto conscientes como inconscientes. Riddoch publicó un artículo sobre el teniente coronel T., y otros como él; pero otro médico del ejército mucho más renombrado, se burló de su trabajo y el artículo no vio la luz hasta muchas décadas después.

Vía | Leonard Mlodinow, Subliminal Foto | Martin.haburaj

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