Cuatro razones muy sencillas para no confiar en ninguna pseudociencia

Cuatro razones muy sencillas para no confiar en ninguna pseudociencia
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Se puede argumentar largo y ancho sobre la inconvenciencia de confiar en las pseudociencias, pero los puntos más importantes podrían resumirse en cuatro máximas que os ofrecemos a continuación.

Obviamente, cuando decimos en no confiar en las pseudociencias no debe interpretarse que los planteamientos particulares de una determinada pseudociencia no acaben por demostrarse ciertos, sino que no debe confiarse en ello por falta de evidencia (por el momento).

1. No evolucionan

Los plantamientos pseudocientíficos se afirman uno día y raramente evolucionan en el sentido de autocorregirse a medida que se hallan nuevas evidencias. Es el caso de la homeopatía, por ejemplo, que que planteada a principios del 1800, en una época donde se ignoraban gran parte de lo que ahora sabemos del contagio, transmisión y desarrollo de muchas enfermedades. Desde entonces, la homeopatía nunca ha admitido equivocarse en ninguna de sus afirmaciones.

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2. La entienden hasta los niños

Cualquier disciplina científica requiere de un adiestramiento de años. Algunas materias son tan densas que no basta con una carrera para convertirse en un experto. Quienes dicen que entienden la mecánica cuántica probablemente no entienden nada. Por el contrario, las pseudociencias son tan simples y elementales en sus plantamientos y pilares teóricos que cualquiera pueden entenderlas. Algunos pseudocientíficos incluso se declaran autodidactas.

3. Las vierten individuos, no grupos

Las afirmaciones de la ciencia no suelen estar vertidas por personas individuales, sino por redes de científicos, por universidades repartidas por todo el mundo, por metanálisis de estudios publicados en cientos de revistas revisadas por pares.

Es decir, el conocimiento científico, dada su complejidad, raramente puede liderarse por un científico individual. En las pseudociencias, ocurre justo lo contrario. En general son personas individuales los que han realizado grandes hallazgos en lo que se basa todo el corpus subsiguiente.

4. Nadie ha ganado ningún premio

Muchas de las pseudociencias más populares, de confirmarse, constituirían una Revolución Científica muy superior a las de Copérnico, Galileo, Newton, Dalton, Darwin y Einstein combinadas. Y muchos de sus pseudocientíficos deberían, en consecuencia, recibir el Premio Nobel. Debe de existir una conspiración a escala mundial para que ningún pseudocientífico haya pasado a los libros de historia del conocimiento científico.

Es cierto que hay distintas líneas divisorias entre ciencia ortodoxa y ciencia heterodoxa, pero la mayor parte de las pseudociencias que cumplen los anteriores puntos se hallan bastante lejos incluso de las ciencias heterodoxas, tal y como subraya Alan Sokal en su libro Más allá de las imposturas intelectuales:

Sería mejor imaginar un continuo donde la ciencia bien asentada (por ejemplo, la idea de que la materia se compone de átomos) se sitúe en un extremo; a continuación se encontraría la ciencia puntera (las oscilaciones del neutrino, por ejemplo) y la ciencia dominante pero especulativa (la teoría de cuerdas); después, mucho más allá, la ciencia de mala calidad (los rayos N, la fusión fría), y al final, tras un largo recorrido, la pseudociencia.

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