Si juegas a la lotería, no gastes ni un segundo en escoger el número

Si juegas a la lotería, no gastes ni un segundo en escoger el número
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Si acudimos a un puesto de lotería no nos costará escuchar la misma cantinela: ¿tienes uno que termine en 7? También los hay que siempre apuestan al mismo número. Está lo de la niña bonita, el 15. Otros que arman un número uniendo la fecha de nacimiento de sus seres queridos o cosas aún más intrincadas. Incluso me consta que algunas personas llevan a cabo rituales todavía más estrambóticos, como escribir los números en papelitos sueltos, esparcirlos por el suelo y dejar que su gato toque los números afortunados.

Para averiguar si estos rituales o manías tenían algún efecto en la suerte (aunque matemáticamente ya podemos constatar que no la tiene: es tan probable resultar ganador con un boleto cuyo número sea el 00000 que el 74820), se realizó un experimento a gran escala por parte de Peter Harris, Matthew Smith y Richard Wiseman en colaboración con un programa de televisión de la BBC llamado “Out of this World”.

En él, solicitaron a 1.000 apostadores que enviaran sus números antes de un sorteo, indicando si se consideraban afortunados o desafortunados, y que describieran el método usado para hacer su selección. Recibieron la respuesta de 700 apostadores, quienes, entre todos, habían adquirido 2.000 boletos de lotería.

Matthew y yo trasladamos todos los números elegidos a una plantilla de cálculo gigante un día antes del sorteo. Al hacerlo, súbitamente nos dimos cuenta de que habíamos reunido cierta información extraordinaria. Si la gente afortunada realmente escoge más números ganadores de la lotería que los desafortunados, los números seleccionados por los individuos afortunados (y no por los desafortunados) tendrían más posibilidades de ser ganadores. No lo pensamos antes, pero si la teoría era correcta, ciertos datos que recogimos para nuestros experimento nos podrían convertir en millonarios.

El problema es que el ser afortunado o desafortunado tiene más que ver con la actitud y no con la verdadera fortuna, y mucho menos con las matemáticas. Es decir, si bien las personas afortunadas escogían con mayor regularidad determinados números, luego resultó que los afortunados no obtenían más ganancias que los que se autodenominaban desafortunados. Tampoco hubo diferencias entre las personas que basaron su decisión en la fecha de nacimiento, la edad de sus hijos o el comportamiento de sus gatos.

Así que la próxima vez que adquieras lotería, no te lo pienses demasiado: escoje lo primero que veas.

Vía | Rarología de Richard Wiseman

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