¡Nunca volaremos! ¡Nunca saldremos de la Tierra!

¡Nunca volaremos! ¡Nunca saldremos de la Tierra!
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El ser humano no ha sido diseñado para volar, y que un objeto más pesado que el aire pueda volar viola nuestro sentido común. Por eso Lord Kelvin dijo que «Las máquinas voladoras más pesadas que el aire son imposibles». Incluso el padre de los inventores del aeroplano, el obispo Milton Wright, apuntó: «El ser humano no volará jamás, porque volar les ha sido reservado a los ángeles».

Una vez se alcanzó el cielo, entonces se buscaron otras limitaciones, como la que aventuró el mariscal francés y profesor de Estrategia en la Êcole Supérieure de Guerre Ferdinand Foch (1851-1929): «Los aviones son unos juguetes interesantes, pero no tienen interés militar».

¡Nunca saldremos de la Tierra!

El lastre antropocentrista, y más tarde heliocentrista, ha imposibilitado que muchas mentes doctas se plantearan que pudiéramos abandonar nuestro planeta en busca de otros mundos. El astrónomo inglés Richard van der Riet Woolley (1906-1986), por ejemplo, espetó: «El viaje espacial es una soberana tontería».

En 1936, el New York Times publicó: «Un cohete nunca podrá salir de la atmósfera de la Tierra». El químico francés Antoine Lavoisier (1743-1794) postuló: «No pueden caer piedras del cielo, porque en el cielo no hay piedras».

satélites

Una vez se logró alcanzar las estrellas, las repercusiones de tal hazaña no parecían muy halagüeñas para Tunis Augustus Macdonough Craven (1893-1972), comisionado de la Comisión Federal de Comunicaciones estadounidense: «No hay prácticamente ninguna posibilidad de que los satélites en el espacio se utilicen para proporcionar un mejor teléfono, telégrafo, televisión, radio o servicio de comunicaciones dentro de Estados Unidos».

El fin de la ciencia

El fin de la ciencia y la innovación tecnológica se ha pronosticado durante décadas. A finales del siglo XIX, la física ya parecía haber llegado a su fin para algunos expertos, tal y como explica Manuel Lozano Leyva en su libro El fin de la ciencia:

Michelson, el físico norteamericano que a finales del siglo XIX midió la independencia de la velocidad de la luz del sistema de referencia desde la que se mida, le escribió a un colega europeo amargamente lo siguiente que cito de memoria: "Lamentablemente, la física ha llegado a su fin. En el futuro sólo nos dedicaremos a refinar detalles". Su amigo le respondió una carta muy lacónica y original. En el centro del papel dibujaba en pocos trazos el marco de un cuadro con un tosco monigote dentro. Debajo ponía (esto sí que lo recuerdo textualmente): "Salvo detalles refinados, pinto como Tiziano".

Así pues, antes de señalar que la ciencia se acaba, recordemos todas las veces que los que nos precedieron se equivocaron en tal pronóstico; antes de asegurar que algo es imposible, hagamos exactamente lo mismo.

Creo sinceramente que nunca, jamás, vislumbraremos un límite al conocimiento científico comprobable y sólido de un fenómeno o propiedad del mundo que nos rodea, incluidos nosotros mismos.

Aunque tal vez Lozano Leyva esté también cayendo en el mismo error que critica.

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