¿Por qué nos alivia que nos acaricien la superficie de lo que nos duele?

¿Por qué nos alivia que nos acaricien la superficie de lo que nos duele?
Facebook Twitter Flipboard E-mail

Basta con que alguien (o incluso nosotros mismos) nos frote la rodilla o el codo después de habérnoslos lastimado para que el dolor se alivie de repente. ¿Exactamente qué es lo que sucede en nuestro organismo?

Al frotar la piel, se activan las terminaciones nerviosas que tenemos bajo ella, lo que reduce la sensación de dolor producida por los demás nervios. Esto lo comprobó Francis McGlone, un neurocientífico de la Universidad de Liverpool, que constataba que los sujetos que recibían caricias en la zona en que habían sufrido altas temperaturas, sentían menos dolor.

Se cree que las señales de los nervios cerebrales que detectan el placer solapan las señales de los nervios que detectan el dolor. Al acariciar, se activa un conjunto de nervios llamados fibras “C”, que transmiten el placer cuando esas partes expuestas del cuerpo son tocadas con un movimiento repetitivo

McGlone, incluso, logró calcular cuál era la forma óptima de frotar para producir más placer. La clave está en frotar lentamente y con poca presión. Para ello, desarrolló una máquina de caricias.

La máquina, un estimulador táctil rotatorio, alivia el dolor tocando a alguien a una velocidad de dos pulgadas por segundo y presionando el equivalente al peso de una moneda de cinco peniques.

En un futuro próximo, ¿cuando existan manos robóticas más precisas, que quizá se vendan en sex shops, podremos decir como excusa: no, no soy un vicioso, es para ahorrarme los analgésicos? Pues no, porque no tiene nada que ver con el placer sexual. Esos nervios activados con el tacto no son responsables del placer experimentado cuando se frotan los órganos sexuales, ni se encuentran en las palmas de las manos ni en las plantas de los pies.

Las conclusiones del estudio parten de caricias realizadas en antebrazos, pantorrillas y cara. Habrá que buscar otra excusa.

Vía | Intramed

Comentarios cerrados
Inicio